“El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” Mc 9,35. Comentario del Evangelio
Provincia Mercedaria
de Chile

“El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” Mc 9,35. Comentario del Evangelio

Domingo 20 de Septiembre, 2015

 
Dos sentencias resumen esta dura exigencia del discipulado. Por una parte, la verdadera grandeza está solamente en aquél que, en actitud de servicio, se interesa por el prójimo de manera afectiva y efectiva. Esto es diametralmente opuesto al afán de orgullo y poder que piensan los discípulos. El servicio fraterno es sin restricciones ni excepciones de ninguna especie.

DOMINGO 25° DURANTE EL AÑO

AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA Y DE SAN PEDRO NOLASCO, FUNDADOR DE LA ORDEN DE LA MERCED

Textos:

Sab 2, 12.17-20 “Condenémoslo a una muerte infame”.

Sal 53    El Señor es mi apoyo verdadero.

Sant 3, 16 -4, 3  “Los que trabajan por la paz, siembran la paz y cosechan la justicia”.

Mc 9, 30-37        “El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”

                La advocación “María de la Merced” o “Virgen de la Merced” está histórica, originaria y esencialmente vinculada con el nacimiento de la Orden que lleva su nombre. Primero existe la Orden que funda San Pedro Nolasco en Barcelona el 10 de agosto de 1218 y después el mismo Fundador dio a María esta nueva advocación, por obra y gracia de una Orden Redentora, liberadora de cautivos, que ejercía la merced o misericordia con ellos. De esta manera María aparece inseparablemente unida al Redentor Jesucristo y al cautivo. ¡María está siempre donde haya un ser humano sufriendo en su cruz! Y en el siglo XIII merced significaba la merced por excelencia de redimir cautivos, obra cumbre de misericordia en las profundidades de la desgracia humana de las mazmorras y baños del cautiverio. El título “de la Merced” resulta inseparable de la obra esencial de la Orden Mercedaria, esa específica merced de la redención liberadora, realizada por el rescate. San Pedro Nolasco fue, sin duda alguna, un gran devoto de María. Y ella recibió del Santo Fundador un nuevo título de Santa María de la Merced equivalente a Madre de Dios de la Misericordia.  Su fiesta es el 24 de septiembre.

                Con María, Nuestra Madre, dejemos que la Palabra de Dios encuentre también en nosotros aquella acogida que Ella le dio y que así se convierta en frutos buenos en cada uno de nosotros. ¿Qué nos ofrece la mesa de la Palabra?

                Primera Lectura: Sabiduría 2, 12.17-20

                Los versículos del capítulo 2 del Libro de la Sabiduría se refieren al ataque a los justos y abarca los versículos 10-20. Los puede leer en su Biblia. ¿Quiénes son estos justos? Son el pobre y la viuda que la Biblia manda respetar. El texto que la liturgia nos ofrece se refiere a una persona y nos resulta muy cercano a los cánticos del justo sufriente de Isaías 52. (El domingo pasado tuvimos como primera lectura el tercer cántico de este misterioso personaje). La Iglesia ha visto en esta figura una referencia a la vía dolorosa de Cristo, razón por la cual son textos muy propios del tiempo de la Cuaresma y de Semana Santa. El Libro de los Proverbios afirma que “las entrañas de los malvados son crueles” (Prov 12,10). No sólo viven contentos con sus liviandades sino que se vuelven crueles con los justos y débiles. Se les llama “impíos” porque no  temen a Dios ni aceptan la dimensión trascendente de la vida. Por el contrario, viven en medio del libertinaje y con frecuencia son duros perseguidores de los justos. Su ley es la ley del más fuerte, lo que estaba en sintonía con ciertas tendencias de pensamiento que defendían semejante conducta. La razón de su actitud contra el justo no es otra que la conducta de éste, ajustada a la ley, que resulta para ellos un permanente reproche que quieren quitarse de encima. Nunca será fácil tratar de vivir en justicia y santidad. Los justos, nos enseña este texto, tienen que soportar la persecución, el asedio, las trampas e incluso los vejámenes por parte de estos malvados libertinos y materialistas. El mensaje se refiere a todo aquel que intente vivir honesta y sinceramente la justicia, la verdad, el bien y, por supuesto al justo por excelencia, Jesucristo. Él dirá que no hay que oponer resistencia al que practica el mal cuando nuestra idea es combatirlo y destruirlo. 

                Segunda lectura: Carta de Santiago 3, 16 – 4,3

                Es tercer domingo que seguimos disfrutando de la sabiduría de esta epístola católica de Santiago. Parte el texto de hoy con una constatación muy importante: “Donde hay envidia y rivalidad, allí hay desorden y toda clase de maldad” (v. 16). En el v. 15 afirma que la sabiduría que no baja del cielo “es terrena, animal, demoníaca”, tres características de la falsa sabiduría. En cambio la fe, la religión y la sabiduría manifestada en la vida diaria es la verdadera sabiduría. El v.17 dice: “La sabiduría que procede del cielo es ante todo pura; además es pacífica, comprensiva, dócil, llena de piedad y buenos resultados, sin discriminación ni fingimiento”. Estas actitudes o compromisos logran el gran anhelo de la paz y  la justicia como frutos de “los que trabajan por la paz”.  En el capítulo 4, 1-12 el autor nos habla de las discordias pero no de las que proceden de fuera de la comunidad cristiana sino de las que nacen de adentro, de aquellos que dejan crecer malos deseos en sus corazones, tales como ambición, codicia y violencia. El mensaje es nítido: es una llamada siempre vigente a no dejarse envolver o entrampar en la sabiduría mundana sino vivir la auténtica sabiduría que lleva al compromiso con el otro. “Mi reino no es de este mundo” dice Jesús y su Evangelio nos invita a superar estas tendencias destructivas que se esconden en lo más profundo de nosotros mismos. Dios quiera que podamos vivir las notas distintivas de una nueva sabiduría como nos ha recordado el v. 17 de este capítulo 3.

                Evangelio: Marcos 9,30-37

                El evangelio de hoy sigue en conexión con el del domingo pasado y se refiere en su primera parte al segundo anuncio del destino violento y la resurrección que Jesús va a padecer y vivir en Jerusalén. Este segundo anuncio está precedido de una advertencia: “Desde allí fueron recorriendo Galilea y no quería que nadie lo supiese” dice el v. 30. Manifiesta el querer de Jesús que anhela vivir a solas con sus discípulos este segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección. El Maestro quiere concentrar su atención en la enseñanza de sus discípulos y nada ni nadie deben impedir que logre cumplir su destino. En este segundo anuncio, hay un matiz un poco distinto del primer anuncio. El “debía sufrir” queda sustituido por un “va a ser entregado en manos de hombres que le darán muerte” (v. 31). ¿Cómo comprender esta forma en voz pasiva de este “va a ser entregado”? Sugiere que Dios lo entrega, lo que no debe entenderse como una actitud sádica de Dios contra su Hijo; más bien, aquí se señala que el Padre entregó a su Hijo amado para que la humanidad fuera salvada, ese el plan de Dios; pero arrebatarle la vida violentamente dependía de los hombres. Los mismos discípulos no comprenden esta palabra de Jesús, porque no les cabe una imagen de un Mesías crucificado, dice el v. 32. Así concluye la primera parte del evangelio de hoy: la incomprensión de los suyos y el anuncio del rechazo violento de parte de los demás. Es tan fácil echarle la culpa a Dios de todos nuestros errores y decisiones equivocadas con tal de vernos libres de toda responsabilidad. Somos libres y somos responsables.            

                La segunda parte del evangelio de hoy contiene una potente enseñanza comunitaria de los vv. 33 – 37 acerca del servicio, en el espacio de una breve estancia en casa de Cafarnaún. Queda claro que los discípulos le siguen pero externamente, ya que hay dificultad de comunicación entre Jesús y los suyos. Hay diversidad de preocupaciones entre ellos y Jesús capta que algo está pasando. A pesar de la pregunta: “¿De qué hablaban en el camino?” que les dirige Jesús, “ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande” (v. 33-34). En este contexto, surge la lección magisterial acerca de un aspecto clave del Evangelio, como es el servicio.

                Dos sentencias resumen esta dura exigencia del discipulado. Por una parte, la verdadera grandeza está solamente en aquél que, en actitud de servicio, se interesa por el prójimo de manera afectiva y efectiva. Esto es diametralmente opuesto al afán de orgullo y poder que piensan los discípulos. El servicio fraterno es sin restricciones ni excepciones de ninguna especie. No hay términos medios. Jesús dice: “El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” (v. 35).

                La segunda enseñanza está simbolizada en la presencia de un niño que, en la mentalidad de la época, era símbolo de lo insignificante. Con ello se explicita y completa la enseñanza acerca del servicio auténticamente evangélico. Se es grande no cuando se ocupa un cargo relevante o los primeros puestos sino cuando se hace lugar para el que no tiene grandeza ni brilla. Lo más impresionante es que Jesús se identifica con el débil e indefenso, con el pobre en definitiva. Así dice Jesús: “Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al me envió” (v. 37). En esta expresión “niño” debemos entender “pequeños”, “servidor desvalido”, “pobres”, “cautivos”, etc. Los destinatarios preferentes de la Buena Noticia son los pobres y quien los acoge, acoge también al Hijo y al Padre.

                ¿Habremos comprendido bien el Evangelio del reino? ¿Habremos captado la abismante diferencia entre los criterios del mundo y los del Evangelio? Meditémoslo y revisemos nuestra conducta concreta como nuestros afanes de cargos, lugares de honor, dominio y poder.

                No te olvides de orar por los sufrientes del pasado terremoto de la cuarta región. No te olvides de unirte a la Campaña Redentora 2015 de la Orden de la Merced para ayudar a los mercedarios de Brasil a edificar una residencia de acogida para drogadictos. Son los nuevos rostros de los pobres cautivos de hoy.

                El Señor nos guarde y nos bendiga. Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.             

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