Hace años, una frase popular decía: “¿Qué haría Jesús?”. Era una frase omnipresente; los elementos como camisetas, pulseras, sudaderas, gorras, mercancías de todo tipo y variedad le sirvieron de lienzo, demostrando que son un instrumento eficaz y atractivo para la evangelización, particularmente entre nuestros hermanos protestantes. Hemos llegado al mes de mayo en nuestro viaje anual a través del tiempo y nos queda una huella de la misma pregunta, alterada únicamente por el protagonista involucrado: a saber, “¿Qué haría Pedro Nolasco?”.
En un mundo marcado por la consternación y tantas divisiones, es indispensable encontrar una respuesta a nuestra pregunta. Para algunos, puede ser incluso una tarea imposible. Después de todo, sabemos poco sobre Pedro Nolasco, a quien veneramos como nuestro Padre y Fundador; muchas de sus biografías son altamente conjeturales, más inspiradoras que factuales, repletas de fábulas hagiográficas y cuentos apócrifos. Nos habemos con certeza dónde está enterrado, ni siquiera si realmente deseaba una Orden sistemáticamente estructurada en lugar de una fraternidad laica libremente organizada. En una palabra, salvo un testamento situado en 1230 en el que se destinaban ciertos dineros a ser entregados al hermano Pedro Nolasco para el rescate de los cautivos, el registro histórico guarda un incómodo silencio sobre él.
Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por el desaliento, por la brevedad de la historia. El mayor testimonio de la vida y el legado de Pedro Nolasco es la Orden que continúa trabajando en su memoria: aquellos hijos e hijas cuyo DNA vocacional lleva los marcadores genéticos de un espíritu redentor. Somos el fruto de su labor, inspirados en lo que la tradición ha supuesto y propagado como su legado.
Por tanto, la pregunta permanece. Frente a los desafíos de hoy, las nuevas formas de cautividad, el colapso de la vida familiar en una sociedad posmoderna, la ruptura de las normas sociales y las virtudes morales tradicionalmente sostenidas, el gran éxodo de muchos cristianos en la práctica de la fe: ¿Qué haría Pedro Nolasco? ¿Cómo respondería?
Sin duda, en sus días, Pedro Nolasco miró el entorno que le rodeaba en el siglo XIII y vio que los esfuerzos ya iniciados para rescatar a los cristianos cautivos eran insuficientes. Se necesitaba más. No se conformó con perpetuar y reproducir el status quo. Algo tenía que cambiar y tenía que ser radical.
Para nosotros hoy, la inspiración de Pedro Nolasco debe tomar un nuevo aire; una vez más, debe ser rigurosamente radical y no simplemente camuflado en eslóganes atractivos y anuncios ingeniosos que se parezcan más a las iniciativas de una ONG políticamente comprometida que a las de una Orden religiosa arraigada en el Evangelio y en la acreditada tradición mercedaria. La escasez de vocaciones, el envejecimiento de nuestros religiosos, las dificultades en el ministerio pastoral y apostólico son desafíos perennes que enfrenta nuestra orden; son los síntomas de una enfermedad que azota a una Iglesia y a una sociedad que necesita una respuesta terapéutica, un plan para afrontar y ayudar en la recuperación y rehabilitación del paciente. Y en cualquier lugar, en el siglo XXI, reside el contexto de nuestra pregunta inicial. “¿Qué haría Pedro Nolasco?”.
Fuente: La Merced en la liturgia 2023-24.
