4° DOMINGO DE PASCUA ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

4° DOMINGO DE PASCUA ( B )

Sábado 24 de Abril, 2021

 
El evangelio de San Juan nos sigue ayudando a entrar en el misterio del Resucitado. El texto que escuchamos hoy está tomado del capítulo 10, los versículos 11 a 18, aunque el tema del buen Pastor abarca desde el versículo 1 al 21. Estamos ante otro aspecto de la auto revelación de Jesús: Jesús es el buen Pastor. Profundicemos nuestro conocimiento de Jesús, Buen Pastor, guiados por la mano del apóstol y evangelista autor del cuarto evangelio, san Juan.

4° DOMINGO DE PASCUA (B)

¡Perder la vida, tomar la cruz, seguir los pasos de Jesús!

                Día de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, una feliz coincidencia con este cuarto domingo de Pascua dedicado a meditar sobre la figura del Buen Pastor. Como es ya costumbre, el Papa Francisco envía a la Iglesia su mensaje para esta 58 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. La referencia a San José, “el sueño de la vocación”, es muy oportuna dentro de este Año dedicado al Patrono de la Iglesia con motivo de los 150 años de la declaración del Papa León XIII, en 1889, en su encíclica Quamquam pluries en la que promovió la recuperación de la figura, misión y devoción a San José como  “Patrono de la Iglesia”. También el Papa san Juan Pablo II dedicó un altar especial a San José en la Basílica de San Pedro en el Vaticano y escribió la exhortación apostólica Redemptoris custos del 15 de agosto de 1989. El mensaje del Papa Francisco se estructura en torno a tres palabras clave de nuestra vocación: sueño, servicio y fidelidad. Estas tres actitudes vocacionales han sido vividas por San José ejemplarmente y son las palabras clave que definen nuestra vocación sacerdotal y religiosa. Dice el Papa: “Dios ve el corazón (cf. 1Sam 16,7) y en san José reconoció su corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano. Las vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres, corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdote y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida. San José viene a nuestro encuentro con su mansedumbre, como santo de la puerta de al lado; al mismo tiempos tiempo, su fuerte testimonio puede orientarnos en el camino”. Dios sigue llamando y sale al encuentro de cada persona a través de su Hijo Jesucristo; nos llama en la vida corriente, en las cosas simples de la vida y lo hace de manera cuidadosa y muchas veces casi imperceptible. Dios no vocifera ni hace oír su voz como un trueno;  llama en las profundidades del ser humano. Sus pasos son suaves y su voz dulce. Nos hace bien escuchar, discernir y vivir como dice el Papa en otra ocasión. El aprender a escuchar a Dios y al otro es fundamental para construir un mundo más humano, como es el anhelo profundo de todo ser humano. Cuando no hay capacidad de escucha uno se puede encerrar en su propio yo y cerrar las puertas a Dios y al otro ser humano. Así surge un mundo deshumanizado. Sólo el que quiere escuchar a Dios y al otro puede crecer en disponibilidad, servicio, solidaridad, respeto, etc. Y una vocación comienza por ese acto indispensable y central de la escucha de Dios y de los demás. Pero hay que distinguir o discernir quién me llama, de quién es esa voz. Para descubrir la voz del Señor es indispensable aprender a distinguirla de otras voces que pueden provenir de nosotros mismos  o del entorno. Y quien empieza a sentir un llamado, una inquietud, un murmullo interior, tiene que preguntarse de dónde procede eso, quién está llamando, qué quiere y qué me pide. El discernimiento es un proceso largo, tan importante como la vida misma, ya que en todo momento el cristiano debe estar discerniendo las llamadas y los pasos de Dios por su vida. Si falta discernimiento es prácticamente imposible una decisión madurada y seria.

 PALABRA DE VIDA

Hech 4, 8-12       Él es la piedra que ustedes han rechazado y ha llegado a ser la piedra angular                                                                                                                                            

Sal 117,1.8-9.21-23.26.28-29                Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es   eterno su amor                                                                                              

1Jn 3, 1-2             ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,  y nosotros lo somos realmente   

Jn 10, 11-18        Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a  mí

                “Al considerar la Iglesia como casa de la Palabra, se ha de prestar atención ante todo a la sagrada liturgia”, ya que la liturgia  “es el ámbito privilegiado en el que Dios nos habla en nuestra vida, habla hoy a su pueblo, que escucha y responde”, dice Benedicto XVI en Verbum Domini, n° 52. Dejemos que Dios nos interpele desde su eterna Palabra, nutriente esencial de la vida evangélica, fuente de toda vocación al Reino de Dios.

                De los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12

                El Libro de Los Hechos de los Apóstoles sigue siendo el texto de la primera lectura en este tiempo pascual. Del capítulo 4 tomamos los versículos 8-12. Son las palabras que Pedro dirige a los jefes del pueblo y a los ancianos, ante cuya presencia han sido llevados los encarcelados apóstoles por seguir predicando el nombre de Jesús resucitado y en cuyo nombre han obrado el milagro de la curación de un enfermo. Pedro parte del hecho concreto que el enfermo sanado está ahí con ellos y eso ha sido “por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos” (v. 10). Es la sustancia escueta del primer anuncio apostólico. Y luego se refiere a una imagen alegórica que sirve para profundizar en el misterio del Resucitado y en su relación con los creyentes. La imagen está tomada del mundo de la arquitectura. El texto dice así: “Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la  piedra angular” (v. 11).  Es la aplicación del salmo 117 a la pasión y resurrección de Jesús y es la interpretación más antigua del carácter salvífico de su muerte y resurrección. De este modo, la Escritura confirma el rechazo de que fue objeto Jesús por parte del pueblo israelita, simbolizado en los constructores que rechazan la piedra; pero Dios no lo abandona al poder de la muerte sino que lo resucita, de tal modo que se convierte en la piedra angular de todo el edificio, la Iglesia, la salvación. Con esta imagen se acompaña una dura recriminación frente a las actitudes que encarnan las autoridades religiosas de Israel. La conclusión de Pedro es clara y certera: “Porque en ningún otro hay salvación, ni existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos” (v. 12). Es también nuestra certeza de fe que tiene todo el peso de la evidencia: nada ni nadie de este mundo puede salvarnos. Sólo Cristo, muerto y resucitado, se ha ofrecido por nosotros hasta el extremo del amor. ¿Tengo esta convicción arraigada en mi corazón? ¿Vivo esta certeza creyente hasta el fondo? ¿Qué cosas me hacen tambalear en mi fe?

                El Salmo 117 nos ayuda a dar gracias a Dios por las innumerables manifestaciones de su amor por nosotros, y también reconociendo su ayuda constante en las más diversas situaciones, sabiendo que es mejor refugiarse en Él que en los hombres y poderosos de la tierra o porque siempre está dispuesto a escucharnos y a manifestar su amor sin medida. Nos hace bien agradecer y reconocer todo lo bueno que vivimos en el día a día como manifestaciones del amoroso cuidado, como de una madre, que Dios nos brinda. Con este solemne canto de acción de gracias Israel reconoce que Dios hace maravillas, razón para celebrar la liturgia o culto a Dios.

                De la primera carta de san Juan 3, 1-2

                De esta primera carta de san Juan, clasificada dentro del grupo de las Cartas Católicas en el NT., tomamos la segunda lectura de este cuarto domingo de pascua. En dos versículos, muy sustanciosos del capítulo 3, el autor  nos ayuda a meditar una realidad que por ser tan cotidiana termina olvidándose. Me refiero a la filiación divina de que goza el cristiano. El ser hijos de Dios no es fruto de nuestros méritos o esfuerzos espirituales o éticos sino del amor que nos tiene el Padre. Él nos amó primero, antes de todo. Somos fruto del amor eterno del Padre. “Quiso que nos llamáramos hijos de Dios y nosotros lo somos realmente” (v. 1). Pero el cristiano, que es poseedor de tan maravillosa realidad como es la de la filiación divina, no es reconocido en el mundo donde vive, el “mundo”  en cuanto realidad opuesta a Dios y a quien tampoco reconoce como Dios. Es el mundo dominado por el enemigo de Dios, por el “príncipe de este mundo”, “el tentador”. Sin embargo, al presente vivimos esta filiación verdadera pero todavía no en su plena manifestación, ya que eso será posible sólo cuando “se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (v. 2). El cristiano ya es hijo de Dios pero todavía no en plenitud. Se trata de la dimensión escatológica de nuestra vida cristiana, es decir, cuando Cristo venga por segunda vez como Juez victorioso a juzgar la humanidad y su historia y conceda el  reino eterno a  sus elegidos y la eterna desdicha a los que no lo aceptaron. Hoy, en este tiempo de la esperanza, tenemos que vivir como hijos de Dios pero anhelando la feliz manifestación de la libertad de los hijos de Dios como dice San Pablo. Nuestro tiempo está marcado por la lucha sin tregua ni pausa a semejanza del atleta que se somete a una estricta disciplina diaria para luchar por obtener el premio perecedero, en cambio nosotros, un premio eterno en la visión de Dios por la eternidad. ¿Qué me impide vivir la filiación divina? ¿Tengo la esperanza de alcanzar el premio de la bienaventuranza eterna? ¿Cómo mantenerse “en forma” espiritualmente hablando para la vida eterna?

                Del evangelio según san Juan 10, 11-18

                El evangelio de San Juan nos sigue ayudando a entrar en el misterio del Resucitado. El texto que escuchamos hoy está tomado del capítulo 10, los versículos 11 a 18, aunque el tema del buen Pastor abarca desde el versículo 1 al 21. Estamos ante otro aspecto de la auto revelación de Jesús: Jesús es el buen Pastor. Profundicemos nuestro conocimiento de Jesús, Buen Pastor, guiados por la mano del apóstol y evangelista autor del cuarto evangelio, san Juan.

                ¿De dónde procede esta imagen del buen Pastor? El tema del  pastor y las ovejas aparece ya en el Antiguo Testamento, muy especialmente  en el profeta Ezequiel, capítulos 34 y 36; en el profeta Jeremías, capítulo 23 y en el famosísimo Salmo 23, conocido como El Señor es mi pastor. Ciertamente estos textos están en el trasfondo del capítulo 10 de san Juan. En estos textos del Antiguo Testamento, el conflicto no solo se da entre los pastores y las ovejas (los dirigentes y el pueblo de Israel) sino también entre oveja y oveja y entre los pastores y el Pastor (Dios el único pastor de su pueblo Israel). Si lee estos  textos que hemos indicado, podrá comprender mucho más profundamente el evangelio de este domingo.                                                                                                           Jesús reivindica para sí el título mesiánico del buen Pastor, anunciado y prometido por Dios a su pueblo, en contraposición con los falsos pastores de Israel, más preocupados por sí mismos que por el bienestar del rebaño. Sería muy interesante volver a leer el estupendo comentario de San Agustín sobre Ez 34, los buenos y malos pastores.                                                                    En el evangelio de hoy, Jesús recibe el calificativo de buen (= kalós en griego= bueno) Pastor. Bajo este adjetivo calificativo “bueno” está la asociación de bondad y de belleza con que Jesús lleva a cabo la misión de conservar con vida a las ovejas y defenderlas de todos los peligros. La expresión Yo soy indica claramente una declaración de la auténtica naturaleza divina de Jesús. En este capítulo 10 de Juan estamos ante un acto de auto revelación de la verdadera identidad de Jesús. Así en este mismo capítulo Jesús ha declarado “Yo soy la puerta de las ovejas” (vv.7.9) y dos veces también declara: “Yo soy el buen pastor” (vv.11.14). Estamos llamados a “conocer” más profundamente a Jesús a través de sus propias palabras y acciones.                                                                            La declaración Yo soy el buen Pastor significa que Jesús es el auténtico, el verdadero y genuino pastor de las ovejas, en clara oposición al guardián remunerado o asalariado, simbólico o falso pastor.                                                                                                                                                                             En cuanto Jesús declara: “Yo soy la puerta de las ovejas”  significa que Jesús es nuestro acceso a la revelación de Dios y a las bendiciones prometidas en la época mesiánica, cuando el Mesías venga e inaugure el tiempo definitivo. El guardián de la puerta es Dios, el Padre de Jesucristo, porque sólo el Padre atrae a todos los creyentes hacia Jesús: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió” (Jn 6,44) pero Jesús ha de cuidar este don del  Padre: “La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día” (Jn 6,39; 17,6). Si en el Antiguo Testamento Dios declara ser el verdadero pastor de su pueblo y si Jesús reclama para sí mismo este papel, es porque él y el Padre son uno: “El Padre y yo somos una sola cosa” (Jn 10,30).                                 

 Fijémonos de qué modo Jesús es buen Pastor. Podemos indicar los siguientes rasgos:                   *             Jesús existe para salvar a las ovejas y les da libre acceso a los pastos (v.9);                       *             Las provee de abundante o plenitud de vida espiritual, moral y material (v.10) en                    claro contraste con los lobos que sólo vienen a matar.                                                                  *             Jesús mantiene una relación personal, íntima y recíproca con cada oveja y solo  comparable a la relación de Jesús con su Padre: “Conozco a mis ovejas, y mis  ovejas me conocen a mí – como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre    (v.15).                                                     

Tengamos presente que el verbo “conocer” en el lenguaje bíblico, sugiere más bien la idea de intimidad y comunión profundas entre Jesús y el creyente y entre Jesús y su Padre. Hay un aspecto de reciprocidad entre el buen Pastor y las ovejas. Se trata de un misterioso conocimiento que Jesús tiene de sus ovejas y el conocimiento recíproco del Padre y el Hijo de tal modo que el primero, el conocimiento de Jesús y sus ovejas, es una manifestación de la relación entre el Padre y el Hijo. Para nuestra mentalidad “conocer” es más bien el acto intelectual, la idea que tenemos de las cosas. Esta comunión con estas características llega hasta el extremo que Jesús está dispuesto a dar su vida por las ovejas (vv. 11. 15b). Tanto es así que ni siquiera la muerte puede separarlo de ellas (v. 18). Y en contrate con los mercenarios que las extravían y las dispersan por diferentes rediles, Jesús el buen Pastor quiere traer a un solo redil a todas las ovejas dispersas para conseguir un pastoreo más eficaz y una unión entre las mismas ovejas (v.16).

                Que el Buen Pastor les bendiga y cuide.                Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.  

 

                               ORACIÓN POR LAS VOCACIONES MERCEDARIAS

                                                Oh María de la Merced,  

                         Madre de la Iglesia y de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote,

                         a ti acudimos tus hijos a pedirte humildemente,

                      que despiertes nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas,

                   para el servicio del Pueblo de Dios en tu familia  mercedaria.

 

                             Fortalece nuestros hogares en la fe que da frutos;

                             surjan de ellos los apóstoles y testigos de tu Hijo.

                                    Llama al corazón de nuestros jóvenes,

                                invítalos y atráelos al corazón de Cristo;

                             descubran a su calor la misteriosa belleza

                             de la entrega total al servicio del evangelio

                              y de todo hombre inquieto por la verdad.

                                 

                                    Madre de nuestra familia mercedaria:

                               danos sacerdotes santos, danos vocaciones religiosas.

                                                Amén.

 

               



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