DOMINGO 22° DURANTE EL AÑO
Textos
Jer 20, 7-9 “Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir”
Sal 62, 2-6.8-9 Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío
Rom 12, 1 -2 “Transfórmense interiormente renovando su mentalidad”
Mt 16, 21 -27 “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá”
¡Bienvenidos a nuestro encuentro dominical! Con la Palabra de Dios reemprendemos el camino de la fe como familia de Dios. Resultan muy interpelantes las palabras del Papa Francisco cuando dice: “Hoy, que las redes y los instrumentos de la comunicación humana han alcanzado desarrollos inauditos, sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una peregrinación”(EG 87). Y el domingo, día del Señor, tiene que expresar esto precisamente: un pueblo que peregrina junto a su Señor, muerto y resucitado, que proclama su fe, escucha la Palabra, alaba y bendice, acrecienta la comunión fraterna.
Pasemos a examinar los textos bíblicos movidos por la intención de descubrir lo que Dios quiere comunicarnos, discernir su voluntad y querer llevarla a la práctica.
La primera lectura del profeta Jeremías, dos breves versículos pero enormes en profundidad humana y divina. El género literario de este texto es el de las confesiones del profeta, es decir, referencias personalísimas acerca de su relación con Dios. Tiene la forma de un grito que nace del alma de Jeremías y que está relacionado con el llamado y la misión que Dios le ha dirigido. Experimenta el llamado o vocación como una seducción, un acto de amor irresistible al que no ha podido ignorar; es como un fuego interior que es imposible no acoger, un forcejeo entre Dios y el hombre, en el que ha ganado el más fuerte, un Dios que ama con intensidad aún cuando el profeta reconoce que él “se dejó seducir”, es decir, permitió que esto fuera así. Es tan intenso el amor de Dios que todo lo que vive el profeta paradojalmente como fracaso o como tentación de silenciar o huir de la tarea, resulta vencido por “el fuego ardiente encerrado en sus huesos”. A pesar que Jeremías no sabía lo que le esperaba al aceptar la llamada y la misión, y ese es el sentido de la seducción, nunca deja de vivir su vocación y realizar su misión profética. Buena lección para nosotros que hemos sido llamados a desplegar un discipulado misionero, comprometido y audaz en un medio hostil y amenazante para la fe verdadera.
La segunda lectura, continuando con la extraordinaria Carta a los Romanos, nos ofrece el inicio de una serie de normas de vida cristiana o exhortaciones acerca de la conducta que el cristiano debe vivir como miembro de la comunidad cristiana. Comienza Pablo señalando que el Evangelio que él les ha predicado debe encarnarse en las relaciones de los unos para con los otros, como si entre todos estuvieran ofreciendo un sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios pues éste es el verdadero “culto espiritual” que Dios quiere. Es el Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, “alma” de la comunidad cristiana, el que santifica al cristiano para que sea su vida una ofrenda viva y agradable a Dios. “Este es el verdadero culto” dice el Apóstol. Una consecuencia concreta: el cristiano y la comunidad no se acomodan al mundo que les rodea. Más bien, hay que aprender a discernir la voluntad de Dios desde una nueva mentalidad que brota de una conversión desde el corazón, desde la misma interioridad. Estamos ante una llamada a la vigilancia y a la conversión del corazón.
El evangelio de San Mateo, continuación del capítulo 16 del domingo pasado, Estamos ante el inicio de la tercera y última parte del evangelio de Mateo y se caracteriza por la instrucción de Jesús a sus discípulos acerca de su destino sufriente que culmina en su muerte y resurrección. Y nos encontramos con la más intensa paradoja: Jesús llega a su resurrección a través del sufrimiento y la muerte. Comienza a hablar el Señor abiertamente de su pasión mediante tres anuncios. Hoy escuchamos el primero. ¿Cómo reaccionan los suyos ante semejante anuncio?
El primer anuncio de la pasión y resurrección marca un corte en la narración y se abre un nuevo escenario: se abre el camino hacia la pasión y muerte de Jesús. Si Pedro ha confesado que Jesús “es el Mesías, Hijo de Dios vivo”, ese fue el motivo central del domingo pasado, hoy tenemos que acoger la clarificación que el mismo Jesús establece acerca de su mesianismo. Este primer anuncio no deja lugar a dudas y queda claro qué clase de Mesías es Jesús. El anuncio no admite interpretaciones: “..debía ir a Jerusalén, padecer mucho por causa de los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, sufrir muerte y al tercer día resucitar”. Así Jesús Mesías cumplirá el plan del Padre y mostrará la obediencia absoluta a su santa voluntad.
Volvemos a tener a Pedro como interlocutor importante. Si antes había hecho una confesión de fe reconocida por Jesús, ahora rechaza el anuncio de sufrimiento y muerte de Jesús. El texto nos recuerda las tentaciones de Satanás a Jesús: “Se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo: Dios no lo permita, Señor. No te sucederá tal cosa”. Podrían tomarse estas palabras como un consejo de amigo a amigo pero el sentido de este texto hay que entenderlo en el esquema del tentador que busca mediante aparente buenas razones apartar a Jesús Mesías de su camino, el camino querido por el Padre. Y el tentador sabe desviarnos del camino auténtico. Es audaz y en apariencia bien intencionado. Reconocer la trampa es clave.
La reacción de Jesús nos puede parecer muy brusca: “¡Retírate, Satanás! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres, no como Dios”. Pedro reacciona como cualquier ser humano y su modo de pensar es una piedra de tropiezo. Pedro no quiere un Mesías como Siervo sufriente sino que quiere imponerle a Jesús su propia imagen, la de un Mesías triunfante. La respuesta de Jesús echa por tierra todas las pretensiones que no se ajustan a lo que Él había anunciado.
Al primer anuncio del camino doloroso del Mesías sigue una instrucción a sus discípulos acerca de las condiciones para seguir a Jesús. El discípulo debe también participar en el camino de la pasión y muerte de Jesús, si quieres ser verdadero seguidor. Tres aspectos centrales que el discípulo debe asumir: negarse a sí mismo para quedar completamente disponible para Jesús y el Reino, cargar con la cruz de la propia existencia y cada día, y seguirlo en las buenas y en las malas. La fidelidad total en el seguimiento de Jesús implica con frecuencia dificultades y hasta persecuciones. Estar dispuestos a dar la vida, aceptar ser discípulos sin condiciones, con radicalidad y no a medias, es aceptar el camino de Jesús que pasa por la ignominia de la cruz. ¡Cuánto puede costar ser verdaderos discípulos de Jesús Mesías! No es papaya por cierto.
Un saludo fraterno. Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O. de M.