La celebración de Todos los Santos de la Orden de la Merced, que la Iglesia conmemora cada 6 de noviembre, llena de alegría a toda la familia mercedaria extendida en el mundo. En este día, la Orden da gracias por los hermanos y hermanas religiosos, religiosas y laicos que, movidos por el carisma redentor, ofrecieron su vida por la libertad de los cautivos y permanecieron fieles a su vocación hasta configurarse con Cristo Redentor.
La santidad, don y tarea de todo bautizado, es en la Merced el fruto de una vida entregada por amor. En ellos resplandece la belleza del carisma mercedario, vivido como una respuesta concreta al sufrimiento humano y como signo de esperanza en medio de las cautividades de cada tiempo. Los santos mercedarios son, por tanto, modelo de fidelidad, oración y entrega, testimonio vivo de que la libertad y la misericordia son caminos de redención.
En esta jornada, la Orden eleva su oración con tres intenciones especiales:
Por la Orden y la familia mercedaria, para que sean tierra fecunda de santos que, fieles a su vocación, encarnen el diálogo con Dios y el servicio a las personas.
Por quienes comparten la espiritualidad mercedaria, para que redescubran su llamado a la santidad como fruto de su bautismo y seguimiento de Cristo.
Por todos los que viven el carisma redentor, para que sean testigos del amor de Dios a los pobres y cautivos en cada realidad de nuestro mundo.
Hoy como ayer, la Merced proclama con gozo que la santidad es el camino y la meta de todos los que, siguiendo el ejemplo de María de la Merced y san Pedro Nolasco, hacen de su vida una ofrenda liberadora.
Fuente: "La Merced en la Liturgia"
