Al llegar al final del año parece que toca hacer resumen de lo que hemos ido viviendo. No vivimos dando vueltas, sin sentido, sin saber dónde vamos o repitiendo las cosas en un eterno desconcierto. Nuestra mirada de Merced en este mes tiene mucho que ver con la esperanza y la santidad; santidad y esperanza que llenan de sentido el vivir humano, porque hablan de plenitud. Plenitud de la vida, recorrida con sencillez, sin buscarse a sí mismo, sino en apertura a los otros. Ahí radica esa plenitud, vacía de tus cosas, para que quepan las de los demás.
Santidad: recuerdo de tantos hermanos y hermanas que han pasado haciendo el bien, curando a todos los que estaban oprimidos, y dando libertad; redimiendo, sanando, educando...tantos gestos redentores que han dejado a lo largo de su vida.
Esperanza: es tener la capacidad de poner las vidas en manos del Otro, sabiendo que la sostiene, que no la deja caer, que la cuidará, que siempre te acompaña. La esperanza en este mes de noviembre de que nuestros hermanos difuntos resucitarán, de que la vida que Dios nos ofrece es vida para siempre. No se agota, la muerte no es la palabra definitiva, total o final, sino la vida. Vivir con esperanza es hacer que cada día tenga sentido, tenga valor. Es necesario creerse que la vida es importante, que no se puede malograr, sino que hay que hacerla gozosa, vivirla en comunión y para la comunión.
Mes de noviembre, con todos los santos mercedarios y con nuestros hermanos difuntos, con el recuerdo de san Serapio, que vino de las tierras británicas para dar su vida por los cautivos, porque descubrió que su propia vida tenía valor, y tenía valor la de los que yacían cautivos de hierros y miserias, y darla por ellos era demostrar el mayor valor.
Fuente: "La Merced en la liturgia, 2024-2025".
