Comentario Religioso del Evangelio. Primer Domingo de Adviento
Provincia Mercedaria
de Chile

Comentario Religioso del Evangelio. Primer Domingo de Adviento

Domingo 01 de Diciembre, 2013

 
"El creyente está siempre despierto y atento a los signos de la presencia de su Señor. ¿Cuántas cosas nos adormecen, nos embotan la mente y nos cautivan el corazón? La vida cristiana sólo se puede vivir con la actitud del centinela, de aquel que vigila porque no sabe ni el día ni la hora de la vuelta de su Señor".

PRIMER  DOMINGO  DE  ADVIENTO- INICIO DE NUEVO AÑO LITÚRGICO 2014- CICLO DOMINICAL   A

 

Textos  Libro de Isaías 2, 1-5

               Salmo 121, 1-2. 4-9

               Carta a los Romanos 13, 11-14

               Mateo 24, 37 – 44

 

                La palabra adviento – adventus, advenimiento – significa etimológicamente venida, llegada. En la historia de los pueblos paganos esta palabra servía para anunciar el advenimiento de una divinidad o del emperador y era motivo de fiesta que se prolongaba por varios días. La Iglesia cristiana en el siglo IV cristianizó el nombre y lo aplicó a la venida de Cristo resaltando la doble vertiente de la misma: la temporal o histórica y la escatológica. Hasta el siglo IV° los cristianos concentraron toda su atención, culto y vivencia en torno al Resucitado y su Pascua, es decir, su paso de la muerte a la vida. Esta era la fiesta cristiana por excelencia y que da contenido y sentido al diez domínica o Día del Señor en su ritmo semanal y a la su celebración anual o Semana Santa.

                De este modo el Año Litúrgico no se organizó en el escritorio de los entendidos sino en torno a una persona, a Jesucristo y su misterio pascual que continúa actuando y celebrando con su Iglesia como memorial. Él es el centro de la liturgia y de la vida de la Iglesia. En el caminar de la comunidad cristiana nos encontramos con hitos importantísimos como el Concilio de Éfeso en el año 325 que proclama de la divinidad de Cristo en contra de la herejía arriana que la negaba. Esto pudo impulsar unas celebraciones que recordaban el nacimiento y manifestación de Cristo, Dios y hombre verdadero. Es así que en Occidente el 25 de diciembre señalado como dies Natalis invicti – nacimiento del Sol invicto – quedó reemplazado por el Natale Christi – nacimiento de Cristo – a quien se aplica el simbolismo de  sol de justicia, luz del mundo y otros semejantes. De esto hay referencia escrita en un almanaque del año 354 que indica el 25 de diciembre como Nacimiento de Cristo en Belén de Judá. La misa navideña de medianoche ya se celebraba a mediados del siglo V en Roma.

                Desde este recuerdo histórico comprendemos que adviento se convirtió en un tiempo de preparación a la fiesta del nacimiento de Cristo del 25 de diciembre y de la epifanía del Señor el 6 de enero. Occidente acentuó la primera y el Oriente la segunda pero ambas con el acento de la manifestación del Sol de Justicia.

                 Vamos a la Palabra de este primer domingo de Adviento.

                La primera lectura está tomada del Profeta Isaías, de la primera parte o Primer Isaías como se lo llama. Lo más llamativo de este anuncio profético lo tenemos al final de nuestro texto. El protagonista central es Dios y su acción está vinculada no sólo a Judá y Jerusalén como lugares de convergencia de los pueblos sino que atañe a todas las naciones de la tierra. Una estupenda invitación “Venid, subamos al monte del Señor, a la Casa del Dios de Jacob”, abre el oráculo de futuro. Dios hará posible que se establezca una paz perpetua entre los seres humanos, precisamente porque “él nos enseñará sus caminos y nosotros seguiremos sus senderos”, una paz que queda expresada en sugerentes figuras como el cambio de las espadas, instrumentos de guerra y de muerte, en azadones con que se cultiva la tierra y produce sus frutos del mismo modo como las lanzas se convertirán en podaderas. El  profeta nos ayuda a soñar con un mundo armónico que tiene como garante al mismo Señor. “No levantará la espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra”. El gran don de Dios es la Paz y ésta se edifica con la decisión de no querer servir más a la guerra ni al armamento de unos contra otros. “Caminemos a la luz del Señor” es una estupenda invitación del Adviento y de todo tiempo porque sólo así podemos hacer de nuestra tierra una realidad más cercana al designio de Dios.

                No deja de invitarnos esta primera lectura a una interpelación urgente. Estamos entrando en un proceso de mucha violencia verbal, física, moral, espiritual, psicológica, etc. Nuestra convivencia diaria está teñida por faltas de educación, de respeto, de consideración, de bondad y sencillez. Nuestra parada hoy es el éxito personal, la dicha individual, mi bienestar a toda costa aún sacrificando valores humanos esenciales en una convivencia humana y cristiana. Algo grave nos está socavando las bases de nuestra hospitalidad y acogida. Meditemos de qué manera eres tú y yo constructores de paz, portadores de buena noticia. ¿No le estaremos dando la espalda al Señor, garante de nuestra paz?

                La segunda lectura de hoy, tomada de la maravillosa Carta de San Pablo a los Romanos, es una consideración muy importante en la moral que San Pablo nos propone. El momento en que vivimos, el kairós, la etapa escatológica en que estamos ya sumergidos gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo en el mundo nuevo, nos demanda un estar despiertos, un despojarnos de las tinieblas y revestirnos de la luz que es semejante a revestirse de Cristo. El cristiano es un “liberto de Cristo” que ha sido sacado del mundo de las tinieblas e introducido en el Reino de Dios y como tal tiene que esforzarse por vivir en esa libertad cristiana.

                El evangelio de San Mateo, tomado del Discurso Escatológico del capítulo 24, es una excelente invitación a estar alerta para no ser sorprendidos. Jesús nos recuerda la situación previa al diluvio en tiempos de Noé y cómo fueron sorprendidos y arrastrados a la muerte. Y entonces la invitación es a velar para no ser sorprendidos por la súbita venida del Hijo del hombre. Velar es no dormirse ni adormilarse en la vida. El creyente está siempre despierto y atento a los signos de la presencia de su Señor. ¿Cuántas cosas nos adormecen, nos embotan la mente y nos cautivan el corazón? La vida cristiana sólo se puede vivir con la actitud del centinela, de aquel que vigila porque no sabe ni el día ni la hora de la vuelta de su Señor. El materialismo, el individualismo, las ideologías y muchas otras cosas pueden convertirse en trampas si no estamos atentos a su recto uso, sin confundirlos jamás con los auténticos valores espirituales del Reino de Dios.

                Buena invitación tenemos en este primer domingo de Adviento. Que este suculento “pan de la Palabra” sea nutritivo y consistente para dejarnos interpelar por la Palabra de Dios y junto a María, dejemos que ella produzca fruto dentro de nosotros.

                Que el Señor le bendiga con su paz y su amor. Hasta otra oportunidad.

                                               Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O. de M.

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