
La Merced tiene en tiene en sus genes el esta en salida, es más, la Merced es éxodo y búsqueda, es frontera y liminalidad. Desde su origen ha sido así, y Dios quiera que siga siéndolo en los lugares y en las personas donde haya falta de dignidad o libertad de todo tipo. Un carisma no es solamente una obra de misericordia corporal, sino que tomasu raíz del mismo anuncio originario del evangelio. La misión, siendo constitutiva de la Iglesia, en los mercedarios adquiere una sinificación ineludible y consustancial. La Merced no tendría sentido en la contemplación espiritual, siendo necesaria, sino en la salida histórica de praxis concreta y de encarnación actual, con el discernimiento adecuado propio de nuestro carisma original. Necesario para no vivir en la dispersión subjeiva o voluntarista.
No se enciende una lámpara para ocultarla en una vasija. Sino para ponerla en un candelero y que alumbre... (Mt 5,15). No somos un círculo cerrado e íntimo, recibimos la palabra para proclamarla en la existencia. La vocación cristiana es y se entiende desde un servicio a todos, servicio con obras que surgen del amor y son signos de ese amor. Nuestro carisma redentor es signo de esa Iglesia en salida de la que tanto nos hablaba el papa Francisco.
Nos queda ser salida auténtica, esto es, en tolerancia, dentro y fuera, en liberación de cuerpos y conciencias; en humanismo cuando rompemos barreras físicas e ideológicas; en esperanza cuando ponemos nuestro granito de arena en la justicia; en unidad cuando somos agentes de comprensión y no enfrentamos a los unos contra los otros...;en perdón y en humildad, siempre en humildad.
Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?... (Mt 5, 13). Hay que empujar del mundo y de su tradición, de esta realidad que hay que cambiar y no solamente padecer. Hay que empujar algo del mundo y de su historia, esta es la misión a la que estamos llamados: crear la novedad de Cristo, produciendo acontecimientos, para no caer en la tentación de adaptarnos a las circunstancias como el camaleón. En ua Orden de tantos siglos, la tentación de contemporizar está siempre presente, de ahí el aguijón que el Papa nos ha clavado en nuestras conciencias. Vivir en salida es y significa un volver a recapitular las esencias originales de Cristo y de nuestro fundador. Iglesia en salida también significa Iglesia en recuperación, también Iglesia en concentración, también Iglesia en conciencia original, que origina un mundo nuevo.
Octubre misionero nos interpela para asumir la iniciativa y dejar de ser Iglesia cerrada y a la defensiva. Profetas para dejar la pasividad del espectador, volviendo al fuego vivo de Pentecostés, al abrasante fuego de la gracia transformante, haciendo de nuestro carisma una historia nueva, alegre y apasionante. Rompamos ese cristianismo amorfo e irrelevante, ese critianismo insignificante, tímido y digestivo. Volvamos a la peligrosidad del evangelio sin tanta glosa para inquietar un poco los corazones domesticados de nuestro carisma.
Fuente: La Merced en la liturgia 2024-2025.
