
Cada 24 de septiembre la familia mercedaria y toda la Iglesia celebran con gozo la Solemnidad de la Virgen de la Merced, madre y redentora de cautivos. Esta fiesta, profundamente enraizada en el corazón de la Orden fundada por san Pedro Nolasco, es ocasión para renovar la confianza en María, quien sigue acompañando a su pueblo en el camino de la fe y la libertad.
El título de “La Merced” no se refiere a un lugar concreto, sino a un don gratuito de Dios: la gracia de la libertad, de la vida y de la dignidad humana. Así lo entendieron los primeros mercedarios, que desde el siglo XIII vieron en María la inspiración y la fuerza para consagrarse a la obra redentora de liberar a los cautivos.
En este año en que la Iglesia universal celebra el Jubileo de la Esperanza, la presencia de María de la Merced adquiere un sentido renovado. Como madre cercana y pedagoga de la fe, ella nos enseña a descubrir a Cristo en los cautivos de hoy: migrantes, víctimas de la trata, privados de libertad, dependientes de las drogas, personas sin hogar, o quienes sufren las cadenas invisibles de la soledad y la desesperanza.
Celebrar a Nuestra Señora de la Merced es, por tanto, un llamado a vivir el carisma mercedario en clave actual: ser testigos de esperanza para quienes anhelan libertad, paz y reconciliación. Ella nos impulsa a mirar más allá de nosotros mismos, a reconocer los nuevos gritos de cautividad y a comprometernos en la construcción de un mundo donde la misericordia y la justicia se abracen.
Que en esta solemnidad, como hijos e hijas suyos, renovemos nuestro amor a María, confiados en su intercesión y guiados por su ejemplo de fe, entrega y esperanza.
Fuente: Secretaría Pastoral Provincia Mercedaria de Chile.
