
Septiembre es un mes lleno de connotaciones mercedarias y femeninas. Es el mes más blanco, el mes de María de la Merced, el mes de la primera mujer mercedaria, la que aporta a la orden la ternura femenina y la misericordia más sensible. María de la Merced y María de Cervellón o del Socorro.
Los hijos de la familia mercedaria se sienten convocados en este mes a la fiesta y al encuentro, a ser familia y a ser más hijos, a ser liberadores. La mesa está preparada, con blancos manteles mercedarios, con flores abundantes y corazones predispuestos a la fiesta. María es el corazón y el latido de la Merced, y cuando llega su fiesta todo se siente transformado y una caricia interior nos convoca a la alegría. ¡Es nuestra madre!
Y en medio de esta alegría nos sentimos impresionados y convocados por el testimonio de nuestros mártires de Aragón, testigos de Cristo, hasta la entrega de la vida. Nuestra familia es lo que tiene; una legión de mártires desde el inicio, porque llevamos un voto de sangre.
Es un voto de sangre que nos sitúa allí donde la situación es crítica, donde la fe es perseguida, donde la vida y la fe se encuentran en la muerte. Una muerte sin palabras, porque la Palabra es Cristo , y Cristo es vida plena.
Familia de María de la Merced, caminemos unidos en septiembre hacia el encuentro con la madre, también junto a María de Cervellón, nuestra hermana, y con mártires que nos empujan a amar a Cristo con más firmeza y decisión.
¡Que alegría sentirnos familia mercedaria en septiembre!
Como corolario de esta alegría caben muy bien las palabras del Papa Francisco:
Hoy, Santa Madre, traemos aquí, bajo tu mirada
tantas madres que, como tú, lloran.
Madres que lloran a sus hijos asesinados por la guerra y el terrorismo.
Las madres que los ven partir en viajes de desesperada esperanza.
Y también las madres que intentan desatarlos de las ataduras de la adicción,
y las que los velan durante una larga y dura enfermedad.
Muéstranos de nuevo, oh Madre, el camino de la conversión,
porque no hay paz sin perdón
y no hay perdón sin arrepentimiento.
El mundo cambia si cambian los corazones;
y cada uno debe decir: empezando por el mío.
Pero solo Dios puede cambiar el corazón humano
con su gracia: la grcia en la que tú, María,
estás inmersa desde el primer momento.
La gracia de Jesucristo, nuestro Señor,
a quien engendraste en la carne,
que murió y resucitó por nosotros, y que tú siempre nos señalas.
Él es la salvación, para todo hombre y para el mundo.
¡Ven, Señor Jesús!
Venga a nosotros tu reino de amor, de justicia y de paz.
Amén.
(Papa Francisco. Acto de veneración a la Inmaculada en Plaza España, Roma, 8 dicmebre 2023)
Fuente: La Merced en la liturgia, 2024-25.
