Pentecostés 2025: Espíritu de Esperanza para Liberar a los Cautivos de Hoy
Provincia Mercedaria
de Chile

Pentecostés 2025: Espíritu de Esperanza para Liberar a los Cautivos de Hoy

Viernes 06 de Junio, 2025

 
En este Jubileo de la Esperanza, la Familia Mercedaria es convocada a dejarse renovar por el Espíritu Santo para llevar consuelo y libertad a quienes viven oprimidos —ya sea por adicciones, soledad o injusticias— y así encarnar el carisma redentor en cada gesto.


En este tiempo del Jubileo de la Esperanza, celebramos Pentecostés sabiendo que el Espíritu Santo no es una fuerza lejana o algo reservado a unos pocos elegidos, sino el gran regalo que Jesús resucitado nos ofrece a todos.

Cuando los apóstoles estaban reunidos en aquella sala de Jerusalén, escucharon un viento que azotaba la casa y vieron unas llamas de fuego posarse sobre cada uno de ellos (Hechos 2, 1-4). Fue un signo poderoso de que el tiempo de Dios se había abierto por completo: la promesa de Jesús se cumplía y nacía la Iglesia misionera. Hoy, como Familia Mercedaria, estamos invitados a dejarnos renovar por ese mismo Espíritu para ser testigos vivos de esperanza, especialmente para los “cautivos” de nuestro mundo contemporáneo.

Pensar en cautivos quizá nos haga recordar mazmorras antiguas o cadenas visibles, pero los cautivos de hoy pueden estar encerrados en adicciones, en la falta de oportunidades, en la soledad de las redes sociales, en los abusos de poder o en la indiferencia ante su sufrimiento. El carisma mercedario nos impulsa a reconocer a esos hermanos y hermanas que sufren cualquier forma de opresión y a llevarles la buena noticia de que Jesús vino a liberar a los oprimidos (Lucas 4,18). El Espíritu Santo nos envía con coraje, creatividad y ternura a ir al encuentro de quienes se sienten privados de dignidad y de futuro.

El Jubileo de la Esperanza nos recuerda que Dios jamás abandona a su pueblo. En medio de la crisis, de la incertidumbre o del miedo, el Espíritu nos sostiene y nos hace profetas de consolación. Cuando san Pedro estaba conmovido y temblando ante la tumba vacía, comprendió que la verdadera fortaleza no venía de su propia voluntad, sino de la presencia misericordiosa del Resucitado. Así también nosotros podemos entregar una palabra de aliento a quienes se sienten desalentados, acercar una mano a quienes no ven salida, compartir un fragmento de pan con quienes pasan hambre de sentido. Este don de la paz que Jesús promete (Juan 20,19-23) se hace tangible cuando su Espíritu actúa a través de nosotros para sembrar reconciliación, justicia y compasión.

Para que nuestra voz no se apague, necesitamos abrirnos cada día al soplo vivificante del Espíritu: ese aliento que rompe muros interiores, despierta la creatividad y nos lanza a la misión. No se trata de cumplir tareas mecánicas, sino de cultivar una amistad profunda con Jesús, el Padre y el Espíritu Santo, para que nuestras decisiones y actos broten de un corazón entregado.

¿Tienes conciencia de la voz del Espíritu en tu vida? ¿Le pides orientación antes de tomar decisiones importantes? Pentecostés nos recuerda que el Espíritu es nuestro “maestro interior” que ilumina nuestra mente, enciende el fuego de la caridad y sustenta nuestra esperanza cuando todo parece perdido.


En este Jubileo de la Esperanza, la Familia Mercedaria está llamada a redescubrir su vocación redentora: liberar a los cautivos y anunciar el rostro misericordioso de Dios. No hace falta grandilocuencia: basta la disponibilidad de un corazón generoso.


Tal vez puedas ofrecer tu tiempo para acompañar a jóvenes que se sienten excluidos, orar por quienes atraviesan prisiones literales o simbólicas, o sensibilizar a otros sobre la trata de personas, los cristianos perseguidos y las injusticias que viven muchos de nuestros hermanos. Cada gesto pequeño, cuando se hace impulsado por el Espíritu, tiene el poder de transformar realidades y de encender una chispa de esperanza.

Que este Pentecostés nos encuentre abiertos a la acción del Espíritu: dispuestos a dejarnos enviar, a escuchar la voz de los “cautivos de hoy” y a acompañarlos con la ternura de Jesús redentor. Así, como Familia Mercedaria, podremos ser signo de ese Reino que ya está presente entre nosotros y que nos invita a vivir en libertad, justicia y amor.


¡Ven, Espíritu Santo! Renueva nuestra vida y haznos testigos valientes de la esperanza que rescata y libera.

 

 

Fuente: Secretaría Pastoral Provincia Mercedaria de Chile.



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