En muchas partes del mundo, mayo florece en primavera. En Chile, en cambio, es un mes marcado por la serenidad del otoño, que nos lleva a mirar hacia adentro y a escuchar más atentamente. Tal vez por eso, este tiempo resulta propicio para sintonizar con la voz suave pero insistente del Espíritu, que sigue diciendo: "Ven y sígueme".
Mayo es también, en la Iglesia Universal, el mes de María (En Chile la celebramos especialmente desde el 8 de noviembre), la mujer que escuchó y acogió ese susurro de Dios con fidelidad. Para la Orden de la Merced, María es la Flor más hermosa de la Redención y su figura ocupa un lugar central en nuestra espiritualidad. Ella, que inspiró a san Pedro Nolasco a consagrar su vida a la liberación de los cautivos, sigue hoy animándonos a vivir la misericordia con creatividad y compromiso.
El 6 de mayo celebramos con gozo la fiesta de san Pedro Nolasco, nuestro fundador. Su ejemplo sigue siendo actual: en un mundo que tiende a olvidar a los más frágiles, a marginar al pobre, al que ha caído, al que ha perdido la esperanza, Nolasco nos recuerda que nadie queda fuera del amor redentor de Cristo. Su vida fue una respuesta concreta al llamado de Dios a liberar, dignificar y ofrecer nuevas oportunidades.
En este mes otoñal, cuando la naturaleza parece prepararse para el descanso, la liturgia mercedaria nos invita a despertar el corazón. Es tiempo de volver a poner manos a la obra, de renovar nuestro compromiso con la redención desde la oración, el servicio, la caridad y la justicia. Es tiempo de volver a plantar la flor de la vida donde otros ven solo tierra estéril.
La Merced en mayo —con María y con Pedro Nolasco— nos recuerda que redimir es volver a empezar. Y que donde hay un cautivo, ahí debe estar un mercedario, sembrando esperanza.
Fuente: Secretaría Pastora Provincia Mercedaria de Chile.