La Iglesia celebra cada año, el último domingo del Tiempo Ordinario, la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Esta festividad, instituida en 1925 por el Papa Pío XI a través de la encíclica Quas Primas, nació como una respuesta a los regímenes totalitarios y al creciente alejamiento de los valores cristianos en la sociedad. Su propósito era recordar que la verdadera soberanía, que libera y no oprime, pertenece a Cristo.
El reinado de Cristo no se asemeja a los reinos terrenales. Es un reino eterno y universal, caracterizado por la verdad, la vida, la santidad, la gracia, la justicia, el amor y la paz. En esta solemnidad, los creyentes somos llamados a reconocer a Cristo como el centro de nuestra existencia y a someternos con confianza a su gobierno perfecto.
Litúrgicamente, esta celebración marca el cierre del Año Litúrgico, orientándonos hacia el tiempo de Adviento, donde esperamos la venida del Rey en humildad y gloria. Las lecturas del día nos invitan a reflexionar sobre el papel de Cristo como Juez y Rey, especialmente con pasajes que anuncian el juicio final y su reinado eterno.
La Solemnidad de Cristo Rey no es solo un recordatorio de la grandeza y poder de Jesús, sino también una invitación personal y comunitaria a vivir bajo su guía amorosa, proclamando con nuestras vidas que Cristo es verdaderamente Rey.
¿Cómo vivimos el reinado de Cristo en nuestro día a día? Esta celebración es una oportunidad para renovar nuestro compromiso con Él y con los valores de su reino.
Fuente: Secretaría Pastoral Provincia Mercedaria de Chile.