Beatos Mariano Alcalá Pérez y compañeros mártires
Provincia Mercedaria
de Chile

Beatos Mariano Alcalá Pérez y compañeros mártires

Lunes 16 de Septiembre, 2024

 
La memoria de los mártires mercedarios nos invita a reflexionar sobre su legado de fe, entrega y valentía. Estos hombres dieron su vida por Cristo en tiempos de persecución, y hoy nos inspiran a seguir firmes en nuestra misión cristiana, incluso en medio de la adversidad. La Orden de la Merced renueva su compromiso de velar por los perseguidos y oprimidos, ofreciendo su testimonio como moneda de rescate.

Notas históricas

 

Los 19 religiosos mercedarios de la provincia de Aragón que sufrieron persecución y coronaron sus vidas con la palma del martirio (Mariano Alcalá, Tomás Carbonell, Francisco Gargallo, Manuel Sancho, José Trallero, Jaime Codina, Mariano Piña, Antonio Lahoz, Pedro Esteban, Tomás Campo, Francisco Llagostera, Serapio Sanz, Enrique Morante, Eduardo Massanet, Amancio Marín, Francisco Mirtjá, Antonio González, José Reñé y Lorenzo Moreno) pertenecían a las comunidades de Barcelona, Lérida, El Olivar y San Ramón.

 

No eran desconocedores del ambiente hostil que se iba generando en aquellos años, como lo demuestrasn expresiones que dejan en las cartas que dirigen a sus familiares. Así escribía el beato José Reñé: Si se nos pasa esta oportunidad, no tendremos otra; el beato Jaime Codina escribía: Qué gran regalo ser mártir y morir por Cristo; y el beato José Trallero: Todo mi deseo sería morir mártir; ¡qué gloria!, ¡qué suerte! Es ese ambiente martirial que se vivía en las comunidades religiosas el que explica cómo en medio de las dificultades no hubo deserciones en la fe; y cómo llegados al momento supremo confesaron el nombre de Cristo.

 

El papa Pío XI lo expresaba así en su alocución del día 14 de septiembre de 1936:

 

Estáis aquí, queridísimos hijos, para decirnos la gran tribulación de que venís (Ap 7, 14); tribulación de la que lleváis las señales y huellas visibles en vuestras personas y en vuestras cosas; señales y huellas de la gran batalla de sufrimientos que habéis sostenido, hechos vosotros mismos espectáculo a nuestros ojos y a los del mundo entero (Heb 10, 33); desposeídos y despojados de todo, cazados y buscados para daros muerte en las ciudades y en los pueblos, en las habitaciones privadas y en las soledades de los montes.

 

Venís a decirnos vuestro gozo por haber sido hallados dignos, como los primeros apóstoles, de sufrir por el nombre de Jesús (Hch 5, 41). Todo esto es un esplendor de virtudes cristianas y sacerdotales, de heroísmo y de martirio: verdaderos mártires en todo el sagrado y glorioso significado de la palabera, hasta el sacrificio de las víctimas más inocentes, de venerables ancianos, de juventudes primaverales, hasta la intrépida generosidad que pide un lugar en el camión con las víctimas que esperan el verdugo.

 

¿Y los otros? No queda sino amarles, y amarles con un amor particular de compasión y de misericordia.

 

Notas pastorales

 

El peligro que tienen los mártires es la admiración. Admirar lo que hicieron, valorar su sacrificio y su entrega, y dar vuelta la página, y olvidarnos de que ellos fueron creyentes y mercedarios como nosotros, llevando una vida similar, quizá de rutina, a veces de monotonía. Que nos separan unos años, unas décadas, o siglos si queremos, pero ellos y nosotros somos iguales. Con el mismo amor a la vida, con las mismas debilidades, con la misma opción y compromiso, y con el mismo destino que es Cristo.

 

Admirar a los mártires y no comprometernos a ser testigos, es mal aprovechar su vida y su martirio. Es descuidar la fuerza de su intercesión, y es minusvalorar la fuerza del Evangelio que busca crecer insluso en medio de las dificultades y persecuciones, como es capaz la semilla de nacer entre piedra y entre hierbas.

 

Hoy los mártires son ejemplo de profunda convicción en el Evangelio, como fundamento fuerte, roca sobre la que se construye la casa, la propia visda. Una serena certeza de que solo en Dios es posible encontrar la firmeza que haga que la vida valga la pena porque no se derrumba ante las incomprensiones y las contrariedades.

 

Lo mártires hablan de fe, que es más que una simple confianza en alguien más fuerte. Hablan de la fe que es donación y entrega de la propia vida en las manos de Dios.

 

Nos hablan de la certeza de que el Espíritu de Jesús está incluso en las persecuciones. Hay una identificación de los mártires con Jesús. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Tiene el evangelio una radicalidad que deja perplejo. Es difícil entender por qué suscita opositores, cuando el menaje de Jesús habla de acoger, acrir espacios de comunión y de vida, de generosidad y de donación. Y, sin embargo, hay quien es incapaz de recibirlo, y quien también lo rechaza.

 

Los mártires sufren, y se asemejan al maestro; pero también son camino concreto de fortaleza. No nos fijamos en su sufrimiento, sino en su capacidad de entrega. No son importantes sus heridas, sino su amor. No podemos despistarnos pensando en el malvado que arranca la vida, sino en el mártir que la da generosamente por amor. No son recuerdo de odios, sino de perdón y de misericordia. No buscan la venganza, sino la reconciliación en el amor.

 

Roguemos hoy pot los cristianos perseguidos, para que en medio de las dificultades perseveren en la fe y dentestimonio de Cristo, salvador de la humanidad, así como también por la Orden de la Merced, fundada para la defensa de la fe de los cautivos incluso con la ofrenda de la vida de sus religiosos, para que esté atenta a los hermanos que sufren persecución por el nombre de Cristo, ofreciéndose como moneda de rescate.

 

 

 

Fuente: "La Merced en la Liturgia 2023-24"



Provincia Mercedaria de Chile
Curia Provincial
Dirección: Mac - Iver #341, Santiago Centro
Teléfonos: 2639 5684 / 2632 4132