El noveno mes del año, el mes de septiembre, es para todo mercedario el tiempo que conmemora, evoca y celebra la constante presencia de “Nuestra Madre”, la Virgen María de la Merced, en el camino de la familia mercedaria. Por este motivo, los redentores, redimidos y fieles del pueblo de Dios en su conjunto, elevan su plegaria a la Madre de Dios y de la Iglesia por la reiterada intercesión que realiza entre nosotros para darnos a conocer a su Hijo Jesús. En esta clave de lectura histórica, teológica, eclesial y misionera, la santa Virgen nos invita a participar del camino sinodal, como lo hicieron desde el tiempo fundacional san Pedro Nolasco y sus seguidores, quienes leyendo los signos de los tiempos (Mt 16,2) y buscando el bien de los demás fueron partícipes de la misión redentora por la libertad de los hijos de Dios (COM 9).
No cabe duda que la Merced es un carisma dinámico-proyectualde la redención salvífica de Dios, fundamentado en la encarnación de la Palabradivina, cuya identidad, visión y misión nos remite a las fuentes del siglo XIII hasta hoy, que hacen visible y viable la esencia del cuarto Voto, llamado “de la redención de los cautivos” dando la vida si fuere necesario, en clave de entrega y donación por aquellos que se encuentran en peligros y ansiedades entre las nuevas formas de cautividad (COM 4 y 16). Desde esta perspectiva, la Madre de Mercedes es icono, modelo y protagonista de liberación en el plan de la salvación; puesto que, siendo reconocida como mujer, joven y virgen, evangelizada y evangelizadora, en su calidad de Madre espiritual nos invita a ser testimonio de una vida ejemplar, profética y discipular en búsqueda de los cautivos de nuestro tiempo.
Así pues, santa María de la Merced es signo de la dinámica operante del ser y quehacer mercedario en las diversas geografías de la evangelización. Es por esto que el mes de septiembre es don, gracia y redención, que nos convoca no solo para vivir la Novena y Solemnidad de Nuestra Madre (del 15 al 24/09), sino para encarnar el misterio divino del Göel-libertador (Ex 6,6; 15,13), quien nos hace partícipes de la infinita Misericordia del Abbá-Padre (Mc 14,36); el cual, enviando a su Hijo por nuestra salvación, nos ha dado la fuerza profética del Espíritu Santo para ir al encuentro de los destinatarios de nuestro carisma, los cautivos.
Asimilando todo ello, sigamos evangelizando al pueblo de Dios a través de María, como exclamaban los mercedaios desde siempre: Nada les agrade sin María, nada le desagrade con María, y todo lo emprendan y hagan en su nombre (COM 1691, dIST. Iv, N. 12), comprendiendo el munus materno; es decir, el rol de la Tota pulchra e Inmaculada Virgen, cuya completez y universal maternidad nos permite consolidar los fundamentos de nuestra fe.
Unidos en la plegaria y en la liturgia de cada día, vivamos el mes de septiembre con actitud profética de Anunciación, Encarnación, Resurrección y Transfiguración que conmemora: la Verdad que nos hace libres (Jn 8, 31), a través de la Merced del Padre entre las manos y el regazo de María, a quien la reconocemos como Madre fundadora, intercesora e inspiradora de esta digna obra de redención.
Fuente: La Merced en la Liturgia 2023-24.