2° DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA (C)
Provincia Mercedaria
de Chile

2° DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA (C)

Domingo 24 de Abril, 2022

 
En este segundo domingo de Pascua se hace coincidir el Domingo de la Divina Misericordia. Una manifestación de la misericordia divina es el Misterio Pascual de Jesús que hemos celebrado, porque todo lo hizo por amor a los hombres oprimidos por el pecado y por la muerte.

 ¡Señor Jesús! Ayúdanos a ser testigos tuyos en medio del mundo de hoy

                Hemos celebrado la Semana Santo del año del Señor 2022. Comienzo así el comentario de este segundo domingo de Pascua, porque hacía dos años que no teníamos la alegría de reunirnos presencialmente o de cuerpo presente para vivir la más importante fiesta del año litúrgico, la Pascua del Señor Jesucristo. La pandemia del Covid 19 nos planteó un desafío enorme cual fue cuidar la salud propia y la salud de los demás. Vivimos muchos momentos de gran confusión porque nadie recordaba una situación igual o parecida que nos afectara tan radicalmente. Lo que estaba en juego era la salud de cada uno y de todos. Este minúsculo organismo invisible constituyó una amenaza real para el mundo entero. Creo que cada persona se enfrentó a la posibilidad cierta de enfermar y morir, aunque una mayoría daba la sensación que seguía todo igual. Nos enfrentamos con la posibilidad de terminar nuestra existencia terrena. El peligro estaba flotando en el ambiente y así vivimos largos meses, llenos de miedos y de vigilia, aunque muchos disimulaban su estado anímico o sus temores vitales, dando la sensación que no les importaba el contagio ni la misma muerte. No ha sido fácil sobrellevar todos los resguardos que la autoridad sanitaria impulsó para enfrentar el gran desafío de luchar, palmo a palmo, con el pernicioso mal que nos afectó como humanidad entera. Es cierto que surgieron los esfuerzos por mantener la fe a través de los medios digitales pero no es lo mismo que celebrar presencialmente nuestra fe. Y este año volvimos al reencuentro, a la celebración de la comunidad reunida. Ha sido una gracia especial y una gran alegría volver al templo, a la capilla. Hemos vuelto a sentir la fuerza misteriosa de la fraternidad cimentada en la fe. Hemos vuelto a sentir la comunión de cada uno y de todos como una sinfonía espiritual donde cada uno aporta presencia real en el desarrollo de la acción litúrgica. La Semana Santa ha sido “una vuelta a casa”, a la casa común que es la comunidad cristiana, al templo viviente que formamos todos como piedras vivas del templo espiritual, a la comunión eclesial que anima el Espíritu Santo para ser testigos del Señor Jesucristo para el mundo en el que vivimos. Creo que en todas partes hubo un retorno saludable a la celebración que, por esencia, es expresión de la alegría compartida que provoca siempre el Señor y su Palabra. Porque la fe no sólo se profesa individualmente, también se comparte y crea vínculos de cercanía, de fraternidad, de comunión, de familia de Dios en medio del mundo. Este aspecto es irrenunciable en la experiencia del cristiano y sólo en circunstancias especiales, como es el caso de la pandemia que nos afecta, puede ser suspendido el itinerario celebrativo de la fe al menos en la dimensión del encuentro comunitario. Dada la experiencia vivida en estos dos años de emergencia sanitaria mundial, el reencuentro de la Semana Santa del presente año es un ungüento, un  bálsamo, un oasis de vida nueva y de esperanza. Nos hacía tanta falta ver los rostros de los personas y ya no sólo las bancas y los templos vacíos. Es cierto que ha costado mucho que vuelvan los fieles a la práctica religiosa comunitaria pero, poco a poco, pareciera que se va recuperando el espacio público de la fe. Igualmente es alentador en este año el reiniciar los encuentros presenciales de las fraternidades laicales mercedarias, de las fundaciones educacionales de nuestros colegios de Santiago, de Valparaíso, de Concepción, de Quillota y de Victoria. Y la vida misma de las parroquias. ¡El Señor ha resucitado! Y nosotros con Él. ¡Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia!  

PALABRA DE VIDA

Hch 5, 12-16       Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor

Sal 117, 2-4. 22-27     ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Apoc 1, 9-13.17-19     Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre

Jn 20, 19-31        Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes

                ¡Feliz Pascua de Resurrección! ha sido el saludo de estos días santos. Hemos celebrado y vivido la Pascua de Jesús con mucha alegría y esperanza. Hemos prolongado este ambiente espiritual  de gozo intensamente eclesial a través de la Octava de Pascua, esos ocho días vividos como un domingo de resurrección prolongado. No podemos silenciar esta Vida Nueva que nos participa el Señor Jesucristo a partir de nuestro bautismo. La alegría pascual debe ser el sello de nuestra vida cristiana, porque una Buena Noticia no podría vivirse ni comunicarse sino en ese clima gozoso. Imaginar unos cristianos tristes y apesadumbrados es como muy contradictorio. Por principio, la Buena Noticia reclama actitudes contagiosas, ejemplos creíbles, convencidos y convincentes. La Pascua de Jesús nos renueva en el compromiso, seguimiento y estilo de ser cristianos. Fijémonos en los signos tan poderosos que la bella liturgia de la Vigilia Pascual nos sugiere como la luz, el pregón pascual, la abundante Palabra de Dios, el agua y la renovación de las promesas bautismales y el ambiente de sencilla belleza para expresar el misterio pascual, fundamento de nuestra fe. Todo ello ha culminado en la más bella manifestación de la cercanía y comunión con el Resucitado como es la santa eucaristía.

                En este segundo domingo de Pascua se hace coincidir el Domingo de la Divina Misericordia.  Una manifestación de la misericordia divina es el Misterio Pascual de Jesús que hemos celebrado, porque todo lo hizo por amor a los hombres oprimidos por el pecado y por la muerte. Un efecto de este amor misericordioso de Jesús es la apertura nuevamente del cielo que el pecado de Adán había cerrado. Hemos sido liberados por la fuerza del amor hasta el extremo que nos tiene Jesús, nuestro Mediador ante el Padre. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. El que nos enseñó esto lo ilustró con su propio ejemplo al ofrecerse, libre y voluntariamente, al Padre por nosotros pecadores. No lo hizo desde un trono majestuoso sino desde la Cruz.

                Pasemos a contemplar la Palabra de Dios que nuestra madre la Iglesia nos presenta en la mesa de este segundo domingo de pascua. Dejemos que el Espíritu del Resucitado abra nuestra mente y haga arder nuestro corazón ante la maravilla de la Vida Nueva que Cristo nos comunica.

                Del libro de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16

                La primera lectura de este tiempo pascual está tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles. No olvidemos que este libro, cuyo autor es San Lucas, nos muestra el nacimiento, desarrollo y consolidación de la Iglesia, continuadora de la misión de Cristo en el mundo. El verdadero protagonista de este desarrollo es el Espíritu Santo, prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, alma de la misión evangelizadora e impulsor del anuncio de la Palabra a través de los enviados.

                El texto de Hch 5, 12-16 pertenece al género literario llamado sumario o resumen y es el tercer resumen de la actividad de sanación que realizan los apóstoles, especialmente Pedro, y de la expansión del Evangelio que se abre camino entre el pueblo. Un signo muy potente de este proceso es la comunidad apostólica que goza de admiración por parte del pueblo y van agregándose  hombres y mujeres en número creciente al aceptar al Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. La actividad pastoral de Pedro tiene un gran atractivo por las sanaciones, recordando el poder sanador de Jesús. Todos los enfermos y poseídos de espíritus inmundos, e incluso los de los vecinos de los alrededores de Jerusalén, eran sanados por el poder de Jesucristo, muerto y resucitado. El acento de este resumen está en el poder de realizar milagros que se manifiesta en los apóstoles, que manifiesta el poder del Resucitado. ¿Cuáles son las señales milagrosas que hoy ponen de manifiesto el poder del Resucitado? ¿Quiénes son los “poseídos por espíritus impuros” en nuestro tiempo? ¿Cómo se manifiesta el poder del Resucitado hoy en tu comunidad? ¿De qué atadura o esclavitud te ha liberado el Resucitado?

                El Salmo 117, 2-4.22-27 sigue siendo nuestra respuesta al anuncio pascual. No podría ser más adecuado ya que se trata de una liturgia de acción de gracias que comienza con una invitación a la alabanza cuyo centro es el amor que Dios ha manifestado a favor de Israel. Resalta el sentido cristológico en los versículos 22-27 cuando dice: “La piedra que rechazaron los albañiles es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro. Éste es el día en que actuó el Señor”. ¿Es Cristo la piedra angular de tu vida concreta?

                Del Libro del Apocalipsis 1, 9-13.17-19

                La segunda lectura está tomada del libro del Apocalipsis 1, 9-13.17-19. Es el último escrito del Nuevo Testamento con el rango de libro revelado por Dios. Aunque los destinatarios son las siete iglesias de la provincia romana de Asia, su mensaje traspasa la época y se convierte en mensaje permanente para todos los cristianos. Tiende a desconcertar su lenguaje apocalíptico, la abundancia de sus simbolismos  y las fantásticas visiones, sin embargo, para los destinatarios de este libro les era normal descubrir tras este enigmático lenguaje la realidad que el autor quería fortalecer en estos cristianos sometidos a la prueba de la persecución. El libro del Apocalipsis es un libro de consolación para unas comunidades cristianas sacudidas por las persecuciones contra la fe cristiana. El texto de esta segunda lectura nos transmite una grandiosa autopresentación de Cristo Resucitado, Señor y dueño de la historia. Esta visión de Jesucristo sirve de introducción a todo el libro: Jesús es el Señor de la gloria y de la historia. Esta visión de Cristo acontece un domingo y comienza por la escucha de una voz potente como de trompeta (v. 10). Al intentar identificar de quien era la voz que le ordena escribir el libro y enviarlo a las siete iglesias, ve  siete lámparas de oro, referencia al gran candelabro de siete brazos usado en la liturgia judía. Todo esto indica que estamos ante un marco solemne donde se presenta la figura de Cristo como Mesías sacerdote de larga túnica, cinturón de oro.  Juez, de mirada penetrante, es decir, los ojos como llama de fuego (v. 14). Tiene poder para comunicar la vida (v. 17) porque declara: “Yo soy el primero y el último, el que vive; estuve muerto y ahora ves que estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo” (v. 19). Hagamos nuestra esta contemplación de la gloria del Resucitado y su señorío sobre la historia humana en cuanto principio y fin de todo lo creado. La primacía de Cristo es la clave de la vida del cristiano y de la Iglesia. Él debe reinar en los corazones y en la comunidad, pero su reino es universal y eterno. Y para unas iglesias perseguidas por causa de la fe, la visión de Cristo triunfante es aliciente de valor y consuelo, de victoria sobre el mal del mundo. A nosotros nos hace falta leer y comprender a fondo el libro del Apocalipsis porque sólo contemplando la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte nos animamos a dar la vida si es necesario por Él y somos fuertes ante el sufrimiento de la persecución religiosa que se vislumbra ya.

                Del evangelio según san Juan 20, 19 - 31

                El evangelio de hoy está tomado de San Juan 20, 19-31. Se abre con el recuerdo que hace Juan sobre la aparición de Jesús a los discípulos y  ésta es ciertamente la más importante de las apariciones del Resucitado. La estructura de este texto sigue el esquema estructural común a los relatos de aparición del Resucitado. Al respecto señalemos los elementos siguientes: malestar de los discípulos privados de la presencia de Jesús, aparición inesperada e iniciativa del Resucitado, reconocimiento de los discípulos y envío para una misión. Este texto nos ofrece nuevos aspectos de la manifestación del misterio pascual y de la vida de los discípulos y claramente tiene dos partes: la presencia de Jesús entre los discípulos y el envío misionero. El autor nos señala: “Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Éstas quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él” (vv. 30-31). Es interesante comprender que la finalidad de los evangelios no es un relato histórico en el sentido de una “historia de Jesús”, como podría ser una historia de Napoleón ni tampoco una crónica más o menos detallada de la vida de  Jesús. No, de ninguna manera, los evangelios no son historia o crónica. Los evangelios son por esencia testimonios de unos creyentes que vivieron la experiencia del encuentro con Jesús hasta su misma resurrección. Su testimonio no busca satisfacer nuestra curiosidad sobre aspectos anecdóticos de un personaje interesante como suele acontecer con ciertos ídolos de diversos campos. El testimonio de los evangelistas apunta a suscitar en los lectores un acto de adhesión personal a la persona de Jesús de Nazaret, el hijo de Dios. Buscan suscitar una adhesión de fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios, como dice expresamente Juan “para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios”. Y la finalidad de este testimonio no es otro que “y para que, creyendo, tengan vida por medio de él”. Así, tanto el testimonio de los discípulos como el evangelio escrito, que es Palabra de Dios, será la manera como se prolongará la presencia del Resucitado y su obra redentora en la historia de los hombres.

                Ya puedes comenzar la lectura del evangelio de este segundo domingo de pascua aplicando el sencillo esquema de su estructura literaria que te he mencionado, ya que leer es comprender lo que el autor nos está comunicando acerca de Jesús Resucitado en estrecha relación con sus discípulos. Los discípulos estaban encerrados por miedo a los judíos en aquel atardecer del primer día de la semana (domingo). Notemos que esta aparición del Resucitado acontece el mismo día de la resurrección, el domingo por la tarde. De este modo, Juan intenta relacionar este pasaje con los anteriores, con la diferencia que la aparición a María acontece por la mañana y ésta a los discípulos por la tarde.                                                                                                                                                           Es notorio el ambiente que rodea a los discípulos reunidos en una casa “con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos” (v. 19). Nos parece familiar la escena ya que también nosotros hemos estado encerrados y por miedo a ser alcanzados por las terribles tenazas del Covid 19. Parece que el miedo es tan universal que podemos comprender perfectamente a los mismísimos discípulos de Jesús. Y el miedo, que es falta de fe y complicidad con el mundo que no quiere hacer brillar la luz, indica como motivación las posibles represalias de los judíos. El texto puede referirse a las dificultades que vivió la iglesia primitiva provenientes de la Sinagoga y también del mundo pagano. Los discípulos tienen que  abrirse a la fe para que Jesús pueda comunicarles la certeza que está vivo.

                Sin más, “se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz esté con ustedes”(v.19c). De este modo, Jesús está cumpliendo la promesa que hizo en la última cena cuando les dijo: “Volveré a estar con vosotros. Los que son del mundo, dejarán de verme dentro de poco; vosotros, en cambio, seguiréis viéndome, porque yo vivo y vosotros también viviréis”(Jn 14, 18-19). La nueva venida de Jesús es para los discípulos un nuevo “ver” y un nuevo “conocer”. En esta nueva forma de vivir la relación de Jesús con los discípulos, los dones prometidos de la paz y la alegría son ahora una realidad. El saludo “la paz esté con vosotros” es el saludo pascual que hace superar el miedo de los discípulos´, porque la paz es el don de la salvación que el Vencedor de la muerte regala a manos llenas a los suyos.

                Luego les muestra las manos y el costado, pruebas de su pasión e indica que se trata del mismo Jesús que sufrió y murió en la cruz. Este gesto es muy importante porque los discípulos podían confundirlo con un fantasma, es decir, a los discípulos no les fue fácil identificar al maestro que ellos conocieron y compartieron con él. Es el mismo Jesús resucitado que toma la iniciativa ante sus confundidos discípulos y les muestra los signos palpables de su pasión y muerte en  cruz. De este modo queda de manifiesto que el crucificado es el mismo resucitado que se ha hecho presente ante ellos de modo imprevisto. Los signos de la crucifixión señalan la identidad única de Jesús Resucitado. La reacción de los discípulos es de alegría al ver al Señor.

                Luego Jesús revela su identidad divina: “Como el Padre me envió, así los envío a ustedes” (v. 21). Jesús les confía su misión y, como Él, también ellos deben asumirla como mandato divino. La misión no es fruto de una opción humana sino un encargo que el Padre les hace también a ellos.

                Hay un gesto muy significativo a continuación: “Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo” (v. 22). En el libro del Génesis se dice  que Dios sopló sobre el hombre de barro y éste comenzó a vivir. Aquí también se da el mismo gesto para señalar que Jesús es el autor de una nueva creación al regalarles el Espíritu Santo, gran promesa que les había hecho a los suyos antes de padecer en la cruz.

                Junto a este nuevo aliento de vida del Resucitado, los discípulos experimentan al Resucitado como fuente de perdón y ellos mismos son puestos como instrumentos del perdón, con la salvedad que tanto el conceder el perdón o denegarlo tiene consecuencias para el futuro destino del hombre.

                Termina el evangelio de hoy con la equivocada búsqueda de Jesús de parte de Tomás. En efecto, él quiere tocar las llagas para creer. Jesús le reprocha su incredulidad pero Tomás responde con un acto de fe de un discípulo reconociendo a Jesús como Dios y Señor. “Dichosos los que creen sin haber visto”(v. 29). Son las últimas palabras que Jesús nos dirige en este evangelio de Juan, que, aunque dirigidas a Tomás, contienen una gran bienaventuranza. E indican  el paso del testimonio de los apóstoles que  “vieron y compartieron con el Señor” y los que “no hemos visto al Señor” pero creemos en la palabra de los primeros testigos del Resucitado. Con el episodio de Tomás se concluye la etapa de las cristofanías o manifestaciones del Resucitado y se abre el testimonio de  la Iglesia fundado en el testimonio apostólico de los que “vieron y creyeron”.

                Un saludo fraterno.                                                

        Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.



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