5° Domingo de Pascua. Comentario del Evangelio
Provincia Mercedaria
de Chile

5° Domingo de Pascua. Comentario del Evangelio

Domingo 24 de Abril, 2016

 
Dice Jesús: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros” (v. 34). Este amor que implica darse por los demás, estar dispuestos a entregarse por los demás, se convierte en el poderoso argumento en favor de Jesús, será la marca o sello del verdadero discípulo: “En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros” (v. 35).

5° DOMINGO DE PASCUA (C)

La peregrinación es un signo peculiar del Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia” (MV, 14).

Textos

Hch 14, 21-27     “Es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”. 

Sal 144, 8-13      Bendeciré tu Nombre eternamente, Dios mío, el único Rey.

Ap 21, 1-5           “Yo hago nuevas todas las cosas”.

Jn 13, 31-35        “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los  otros”.

                Necesitamos estímulos para seguir a Jesús y un estupendo motivo es el Año Santo que el Papa Francisco ha convocado, el Año de la Misericordia. No basta con realizar los actos litúrgicos que implica esta año santo como celebrar el sacramento de la reconciliación, peregrinar a los lugares destinados para recibir la gracia de este Año Jubilar. Nos advierte el Papa que “también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio”. Hagamos todo lo que sea necesario como peregrinar a un lugar jubilar pero que sea un estímulo para la conversión personal, sin la cual no hay vida nueva. Es, por una parte, muy importante “dejarse abrazar por la misericordia de Dios” y, por otra, “comprometernos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros”. El lema de este Año Santo es más una meta a conquistar que una  pura ilusión espiritual: Misericordiosos como el Padre, “es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz”. Y hoy, el evangelio nos recuerda el mandamiento del amor al prójimo, fácil de recordarlo pero ¡cuánto compromiso y sacrificio requiere para que sea real y no una quimera más! Llenar el corazón y la mente de ese amor divino manifestado en Jesús, amor del Padre, es una tarea para toda la vida de un discípulo auténtico. ¡Cuánta palabra, actitudes, acciones hacia el otro, están reñidas con lo esencial de este amor fraterno cristiano!

                Dejémonos hoy interpelar por la Palabra del Señor que, como un inagotable manantial, sigue fluyendo sin pausa para que bebamos el agua limpia del Espíritu Santo. Sed y hambre de escuchar y vivir la Palabra como lo hizo María, Nuestra Madre, no nos pueden faltar. “Mi alma tiene sed de Dios”, dice el salmista. Pasemos a los textos bíblicos de este quinto domingo de Pascua.

                La primera lectura, siguiendo con los Hechos de los Apóstoles, libro muy adecuado  para descubrir la fuerza del Resucitado en la  comunidad y la misión, nos sitúa en el ciclo dedicado a Pablo y Bernabé que comenzó con el capítulo 9, narración de la conversión de Pablo y continúa en el capítulo 13 y siguientes. Nuestra primera lectura está tomada del capítulo 14, 21 – 27. En primer lugar, estamos ante una misión itinerante, en movimiento, en la que Pablo en compañía de Bernabé se ha tomado muy en serio la decisión de  dedicarse a los paganos, ya que los de su raza han rechazado a Jesús y a los misioneros. La primera campaña misionera que lleva el Evangelio a los paganos llega a su fin. Los misioneros itinerantes van de vuelta y lo hacen visitando las pequeñas comunidades cristianas que se han ido formando en cada lugar donde se ha anunciado el Evangelio. Hay un itinerario geográfico  que se enriquece con estas pequeñas comunidades de discípulos y discípulas que han abrazado la fe cristiana. Es muy importante el v. 22 de nuestro texto cuando dice: “…donde animaron a los discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que tenían que atravesar muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”. Es siempre muy importante el servicio de la animación que los responsables deben  asumir como tarea prioritaria. Fácilmente se introduce en la comunidad y en los discípulos  el desaliento, el cansancio, la rutina, la desmotivación, la dejadez. No está exenta la comunidad y los miembros de vivir  o caer en estas tentaciones, razón por la cual es importante el ejercicio de la animación. Luego es importante la exhortación espiritual, es decir, el llamado a permanecer fieles al Señor que es lo mismo que permanecer fieles a la fe. Un animador de la comunidad siempre está llamando a permanecer fiel y fuerte porque el Evangelio y Jesús no dejan a nadie indiferente. Un cristiano debe aceptar siempre, que permanecer fiel al Señor y al Evangelio no es barato, hay que estar dispuestos a enfrentar tribulaciones variadas. El Reino de Dios se conquista con valentía y no con cobardía y miedos. Cuando leemos esto, nos vienen a la memoria tantas formas de rechazo  y sufrimientos que estamos viviendo por el hecho de ser cristianos y católicos y no sólo en el Estado Islámico sino también en nuestras sociedades occidentales. ¿Quiénes deben realizar este servicio de animación? El versículo 24 deja constancia que: “En cada comunidad nombraban ancianos y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor en quien habían creído”. La comunidad cristiana se va organizando. De otro modo, el desorden pone en jaque la permanencia. Estos “líderes locales” son elegidos con discernimiento, es decir, con oración y ayuno.

                La segunda lectura, del libro del Apocalipsis, nos presenta una sugerente imagen de la Nueva Jerusalén como una novia engalana, una virgen fiel. Es el cumplimiento de la promesa que Dios hace: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva” (v. 1). Todo lo antiguo ha pasado y Dios hace una nueva creación, una nueva humanidad, congregada en la Iglesia. Ha desaparecido la ciudad pecadora y malvada representada por Babilonia. La Nueva Jerusalén es virgen, en cambio la Babilonia es prostituta que es sometida a juicio como narra el capítulo 17. La nueva creación y la nueva humanidad anunciada, obra de Dios, está representada por la Iglesia definida como “morada de Dios entre los hombres” (v. 3). Con esta nueva tierra y nuevo cielo se inaugura un tiempo de alegría que supera la experiencia del sufrimiento de antes: “Les secará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor” (v. 4). Es esta nuestra esperanza y nuestra certeza porque Dios realiza lo prometido: “Mira, yo hago nuevas todas las cosas” (v. 5). Sírvanos este precioso texto para renovar nuestra esperanza acerca del mundo nuevo que Dios quiere hacer desde su Hijo, muerto y resucitado, a través de su Iglesia. Es una invitación a creer que lo que Dios promete se cumple inexorablemente para bien de sus elegidos.

                El evangelio, tomado de San Juan 13, 31-35, nos permite entrar en la segunda parte del cuarto evangelio que se centra en la hora de Jesús y la glorificación del Hijo por parte del Padre. Esta glorificación es la manifestación con todo de la identidad y misión de Jesús, lo que comienza por la última cena con el discurso de despedida, pasa por el proceso de la pasión y la resurrección de Jesús. El Libro de la Hora de Jesús se abre con una clara conciencia de que ha llegado “su hora”. Así dice: “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). En este marco se inscribe el evangelio de este domingo. La “hora de Jesús” es algo deseado y positivo, una ida de este mundo al Padre. Es una “hora” de humildad y servicio a los suyos, una manifestación conmovedora en el lavado de los pies de sus discípulos y de máxima expresión del amor a los suyos y al Padre. Precede a nuestro evangelio de hoy, la penosa escena de la traición aunque no exenta de gestos de acogida y amor de Jesús como es el pan remojado en el propio plato de Jesús compartido por el traidor Judas. “Y enseguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Era de noche”, dice en el v. 30. Esta expresión “era de noche” indica que Judas se va al mundo de las tinieblas, el de la traición, y Jesús vencerá esa pavorosa realidad con el despliegue de su amor “hasta el extremo”.

                Cuando Judas sale al mundo de las tinieblas para poner en marcha el proceso de la pasión, la gloria de Jesús se hace real. Jesús dice: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre y Dios ha sido glorificado por él…también Dios lo glorificará por sí, y lo hará pronto” (vv. 31-32). La hora de las tinieblas de este mundo no hacen más que manifestar el resplandor del Hijo y del Padre, que vencerá definitivamente a las tinieblas. Estamos ante un clima de despedida marcado por esas frases de Jesús que calan hondo en los acongojados discípulos: “Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes… a donde yo voy ustedes no pueden venir” (v. 33). No comprenden  lo que Jesús está viviendo y tampoco lo que les pide. No se trata de seguirle ahora y de dar la vida por Él. Jesús va a la pasión y muerte y resurrección; esto los discípulos no lo pueden vivir ahora con Él.  

                Pero ¿qué pueden hacer para seguirle? Los discípulos mostrarán que son de Jesús si viven el mandamiento nuevo ya que no pueden ir con Jesús a la pasión y a la cruz. Seguirán a Jesús por la práctica del amor. Dice Jesús: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros” (v. 34). Este amor que implica darse por los demás, estar dispuestos a  entregarse por los demás, se convierte en el poderoso argumento en favor de Jesús, será la marca o sello del verdadero discípulo: “En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros” (v. 35). Sobre este aspecto absolutamente central del evangelio y de la vida cristiana se ha escrito muchísimo. Se han escrito páginas sublimes de cristianos y cristianas que han vivido hasta las últimas consecuencias este amor fraterno que Jesús nos pide. Imitemos a esa multitud de testigos del amor verdadero y dejémonos guiar por esta piedra angular de la vida cristiana. Mirémonos este domingo ante esta palabra de Dios con mucha humildad y renovemos esta caridad evangélica, sello y marca de la vida de San Pedro Nolasco y de la Orden de la Merced.

                Que el Señor nos bendiga con la abundancia de su amor. Oremos por el Capítulo General de la Orden en Roma, iniciado este sábado 23 de abril de 2016.          Fr. Carlos A. Espinoza I.  

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