Comentario del Evangelio de este domingo 32° durante el año
Provincia Mercedaria
de Chile

Comentario del Evangelio de este domingo 32° durante el año

Domingo 08 de Noviembre, 2015

 
“Pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía”, Mc 12, 44

DOMINGO 32° DURANTE EL AÑO

En el año de la Vida Consagrada y de San Pedro Nolasco

Inicio del mes de María

Textos

1Rey 17. 8-16     “Él partió y se fue a Sarepta”.

Sal 145 ¡Alaba al Señor, alma mía!

Heb 9, 24-28      “Él se ha manifestado una sola vez para abolir el pecado”.

Mc 12, 38-44     “Pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía”.

¡Bienvenido Mes de María! Se inicia una de las prácticas piadosas más hermosas y persistente en el tiempo. Es un mes de plegaria especial, de escucha de la Palabra de Dios, de fraterna reunión en torno a Nuestra Madre, la Madre del Redentor. Se abre esta sencilla práctica mariana con la peregrinación juvenil de la diócesis de Valparaíso desde Casablanca al Santuario de la Inmaculada de Lo Vásquez en este sábado 7 de noviembre. Y los jóvenes caminan llenos de alegría y comparten un especial encuentro en el Santuario. Es un signo siempre necesario para la Iglesia y el mundo de hoy. También, hoy sábado se llevará a cabo un hermoso encuentro de las fraternidades laicales mercedarias de la zona metropolitana, de la San Ramón Nonato y de la zona Costa. Las comunidades se reunirán en el Santuario de la Virgen de la Merced de El Totoral a partir de las 10 de la mañana. Es una caminata en honor a San Pedro Nolasco, Padre y Fundador de la Orden de la Merced. Es muy importante recordar que somos peregrinos del Reino y hacerlo a los santuarios es expresar un signo poderoso para todos los tiempos, como es el de la comunión  fraterna y el sentido trascendente de la vida. Ojalá estas manifestaciones de fe y de amor, sencillas y profundas, nos ayuden a mirar el mundo con los ojos proféticos de María que descubrió las maravillas que el Señor realiza en favor de los más pobres y necesitados. Que el Mes de María seaun tiempo de gracia y conversión. No dejemos que este ambiente de permanentes signos de corrupción terminen por ahogar nuestra esperanza y trabajo por un mundo mejor.

                Los invito a soñar con la Palabra de Dios de este domingo. Es la Palabra del Señor el mejor nutriente para nuestro espíritu. Con María y con Pedro Nolasco escuchemos atentamente y sigamos con la docilidad de ambos lo que el Señor quiere de nosotros.

                Primera lectura:  1Rey 17, 8-16 Elías y la viuda de Sarepta

                La primera lectura de hoy nos refiere un episodio en la vida de uno de los personajes más impresionante del Antiguo Testamento, el profeta Elías. Recuerden que su nombre aparece allí en la escena de la transfiguración de Jesús conversando con Moisés y Elías. También se dice que para muchos Jesús se identificaba con Elías. Es por esencia “el profeta del Dios Único”. Goza de una adhesión irrebatible a su fe monoteísta y es un combatiente de toda forma de idolatría. Su palabra y sus obras son manifestación de ese fuego interno que lo invade.

                Entre esta lectura y el evangelio hay una interna relación, pues en ambos casos se trata de viudas pobres y necesitadas. La viuda se constituye para este domingo en un modelo evangélico acerca de la capacidad de dar, un signo extraordinario de generosidad.

                Resalta en Elías su obediencia y prontitud a lo que Dios le manda: “Ve a Sarepta y establécete allí; ahí Yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento” (v.8). No hay dilación y Elías partió al lugar indicado, un poblado fuera de Israel, en tierra extranjera en Sidón. No siempre la voluntad de Dios corresponde a nuestros deseos o planes; normalmente el Señor manda a hacer aquello que a primera vista no tiene mucho sentido. El hombre de fe simplemente obedece lo que ha escuchado.

                Elías se encuentra con un ambiente sobrecogedor humano y pobre. Pide el profeta a la pobre viuda de Sarepta un jarro de agua y un pedazo de pan, ambos elementos básicos para sostener una vida humana. Extraña la sinceridad de la mujer que no esconde su estado extremadamente precario de vida y sólo le queda la última ración que compartirá con su hijo y luego, dice ella, “lo comeremos y luego moriremos” (v. 12). El profeta Elías reafirma su petición y le asegura en nombre de Dios que no les faltará lo necesario para él y para ellos. Destaquemos la actitud generosa y confiada de la viuda: “Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo” (v.15).

                De este modo la Palabra de Dios es poderosa y realiza lo que promete. Dios sostiene al profeta allí donde humanamente no había cómo. Dios premia la generosidad del pobre y bendice con abundancia al que da más allá de su indigencia.

                Segunda lectura: Hebreos 9, 24-28 Cristo, superior al sacerdocio antiguo

                Durante varios domingos venimos gustando la Carta a los Hebreos que nos ayuda a comprender mejor la centralidad y perfección del sacerdocio de Cristo en comparación con el sacerdocio de Israel. El pasaje de esta segunda lectura se refiere a la superioridad de Cristo en comparación con el sumo sacerdote judío que debía entrar muchas veces en el santuario para purificarse y ofrecer por los pecados del pueblo. En cuanto a Cristo dice el autor:   “En cambio, ahora Él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos para abolir el pecado por medio de su Sacrificio” (v. 26). Cristo se ha ofrecido una sola vez “para quitar los pecados de la multitud” y ha penetrado no en el santuario humano “sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro”. En cambio el sumo sacerdote judío tenía que entrar muchas veces en el santuario material. Cristo completará su obra  cuando venga por segunda vez en gloria y majestad para “salvar  a los que lo esperan”. Siempre es muy saludable que estemos recordando nuestra adhesión de fe y amor a la persona de Jesucristo, el único salvador y a quien esperamos en su Parusía. El sacrificio de Cristo es perfecto por proceder del Hijo Amado del Padre que se ofreció  por nuestros pecados “para que tengamos vida nueva y vida en abundancia”.

                Evangelio de Mc 12, 38-44          Dos estilos opuestos de vida

                Jesús enseña a la gente. Así comienza el relato del evangelio de hoy. No sólo importa saber que enseñaba a la multitud. Hay que prestarle atención a quienes se dirige y qué les enseña. Por una parte, Jesús formula una grave advertencia contra el estilo de vida que practican los escribas, estos hombres peritos de la Ley, expertos en las cosas religiosas. Los reproches son los mismos que están en otros lugares de los evangelios. Jesús les reprocha esa actitud autorreferente que observan ante la gente: sus vestiduras, ser reconocidos en las plazas, ocupar los primeros puestos, codiciar los bienes de las viudas y fingir largas plegarias. “Simular o aparentar” una vida religiosa que simplemente no es. Este reproche puede ser también lanzado a un tipo de cristianos y creyentes en general que en lugar de honrar a Dios con una conducta digna y sincera, terminan encerrados en un estilo falso de vida. Dice Jesús que “Éstos serán juzgados con más severidad”. Convengamos que esta advertencia sigue completamente vigente en todos los espacios de la vida cristiana, razón por la cual la Palabra de Dios no cesa de llamarnos a una sincera y permanente conversión del corazón. Decía el Beato Papa Paulo VI que el escándalo del tiempo moderno era el divorcio entre la fe y la vida. No podemos creer una cosa y hacer otra muy distinta.

                La segunda parte del relato del evangelio nos muestra a Jesús como un fino observador. Allí sentado frente a la sala del tesoro del Templo donde la gente depositaba sus ofrendas o limosnas, observa un contraste que para muchos pasa inadvertido: muchos ricos daban en abundancia, en contraste con una pobre viuda que depositó dos monedas de cobre, la nada misma.

                La enseñanza que Jesús comparte con sus discípulos queda expresada en el hecho que la que echó menos en el tesoro es la que ha puesto más que cualquiera otro, porque  ella “de su indigencia , dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir” . Los que parecían que habían dado mucho más, dice Jesús, dieron menos que la pobre viuda “porque todos han dado de lo que les sobraba”.

                ¿Cuál es entonces la medida del dar? Dar sin medida y dar de lo que estamos usando para vivir. Esto sería la esencia del compartir con otro. El Padre Hurtado decía que hay que dar hasta que duela.  San Pedro Nolasco establece que todo se disponga para obtener la liberación del cautivo, aún la propia vida. La caridad cristiana no tiene medida, es maximalista. Y de esa caridad los pobres dan muestras patentes que la han entendido perfectamente.

                Un saludo cordial y hasta pronto. Fr. Carlos A. Espinoza I.



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