Padre Manuel Sancho Aguilar
El doctor místico
En Castellote, pueblo de la provincia de Teruel con viejo y enriscado castillo que, desde hace siglos, viene amenazando con precipitarse sobre las casas del vecindario, se meció la cuna del padre Manuel Sancho Aguilar. Manuel y Florentina fueron sus padres. Nació el 13 de enero de 1874 y, a los 13 años, tomó el hábito de la Orden de la Merced, el 27 de diciembre de 1887, en el convento de El Olivar. En dicho convento emitió la Profesión de votos simples, el 23 de septiembre de 1890, y la Profesión de votos solemnes, el 29 de septiembre de 1893. Pasó luego (el 14 de septiembre de 1894) al convento de Lérida, en donde terminó los estudios eclesiásticos, fue ordenado de sacerdote y cantó la primera misa el 19 de septiembre de 1897.
Después de su ordenación sacerdotal, los superiores le destina ron al colegio de Lérida, en el que permaneció por espacio de 16 años y en el que su gran talento comenzó a destacar en los campos de la literatura, de la música, de la teología ascética y mística, y de la historia. En Lérida obtuvo el grado de Bachiller y el título de Maestro Nacional, con los que autorizó su docencia en el colegio; y, por su gran competencia en las ciencias eclesiásticas, fue condecorado por el Rvdmo. padre Pedro Armengol Valenzuela con los grados de Doctor en Teología y Derecho Canónico y Maestro en Sagrada Teología, por decreto del 12 de octubre de 1909. Fue también el profesor indiscutible y el director espiritual experimentado de los estudiantes profesos mercedarios, en el convento de Lérida, y de los novicios y postulantes, en el convento de El Olivar; así como el sagaz conductor de almas sedientas de perfección en Lérida y en Barcelona y desde El Olivar con su intensa e interesante correspondencia epistolar.
A partir de 1897 compuso y publicó innumerables poemas; numerosas piezas dramáticas, zarzuelas y motetes polifónicos; importantes obras catequísticas Catecismo de la infancia, 1911, El Catecismo de los niños, 1927; de espiritualidad Ejercicios Espirituales para niños, 1921, Cartas Eucarísticas; históricas Vida de San Pedro Armengol, 1904, Vida de San Ramón Nonato, 1910; narrativas Pascualico o El Trovero de las Bochas, 1906, Recreos Estudiantiles, 1922, Flores mercedarias, 1918 y muchos artículos en distintas revistas.
Por su exquisito tacto humano y por su gran prudencia, fue elegido y reelegido varias veces Definidor o Consejero de la Provincia (de 1903 a 1915; de 1915 a 1920; de 1923 a 1926). El padre Sancho estuvo de conventual en El Olivar (1887- 1894), Lérida (1894-1920), Barcelona (1920-1924), El Puig (1924-1925) y de nuevo en El Olivar (de 1925 hasta su muerte, con la interrupción de los meses que van de agosto de 1927 a febrero de 1928, en los que el padre Manuel Sancho permaneció en Bélgica, estudiándola viabilidad de una Fundación.
También el padre Manuel Sancho salió de El Olivar el 3 de agosto de 1936 en la expedición de los mártires y también se vio colmada su ansia de martirio sobre la rastrojera de Muniesa, el 7 de agosto de 1936, juntamente con el padre Francisco Gargallo, con el que subió al encuentro del Señor recitando el Te Deum laudamu.
El padre Manuel Sancho fue, desde luego, un hombre extraordinario por su ingenio, por sus dotes humanas, por sus conocimientos enciclopédicos y por sus sólidas virtudes. Fue el religioso mercedario ejemplar que supo escribir, con su estilo fácil, entremeses, cuentos y leyendas; pero que también supo penetrar en la esencia misma de la Merced redentora y misionera, alentando a la providencial sor Margarita María López de Maturana a la creación del Instituto de las Mercedarias Misioneras de Bérriz. En la madurez de sus años, de su ciencia y de su santidad buscó la soledad sonora del convento de El Olivar para sumergirse con Cristo en el océano de Dios; y su alma cristificada se adentraba en las profundidades de Dios por la canción del agua en la Cascada, por la voz del viento en la Chopera, por el grillo flautista, por el pájaro cantor, por la flor silvestre, por el pino vigoroso de la Codoñera y por el ininterrumpido romancear del molino harinero. Y, al fin, mereció la palma del martirio, por el que suspiraba, para identificarse más con el inocente mártir del Calvario.
Fuente: “19 Palmas Mercedarias. Mártires de la Merced de Aragón en 1936”, Edición abril 2013.