DOMINGO 25° DURANTE EL AÑO ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO 25° DURANTE EL AÑO ( B )

Sábado 18 de Septiembre, 2021

 


¡Señor Jesús! Quiero hacerme servidor como Tú

                ¡Qué triste debió ser para Jesús la experiencia vivida con sus discípulos! Imaginamos que también lo es para nosotros, cuando queremos que los demás nos comprendan y, sin embargo, descubrimos que simplemente no acontece como lo esperamos. No nos entienden. Jesús ha vivido esa experiencia muchas veces. Es el gran incomprendido, incluso para sus más cercanos como, por ejemplo, sus familiares o sus discípulos. A medida que avanza su instrucción acerca del Reino de Dios y su justicia, intenta introducir a sus más próximos interlocutores, los discípulos, en la hondura de un desenlace terrible que le espera precisamente por permanecer fiel al Padre, por cumplir la voluntad salvadora  que el Padre le ha encomendado. Los evangelios dejan constancia de tres anuncios del destino doloroso y glorioso del Mesías que Pedro ha confesado tan claramente  pero que tiene una pretensión inusitada  en un discípulo que reconoce a Jesús como el Mesías, cuando pretende aconsejar a Jesús, “lo tomó aparte”, y le dijo que eso de morir tan horriblemente no será posible y Dios no lo permita. Ya sabemos la  fuerte corrección que el Señor dirigió a Pedro: “Ponte detrás, Satanás”. Y “ponerse detrás” es la esencia del discípulo que lo reconoce como Mesías. No ha sido superada esta situación y la historia de miles de cristianos pasa por esa misma experiencia de rechazo e incomprensión del  camino doloroso de Jesús. No comprendemos la hondura del camino del Maestro. Queremos  ser liberados  pero con cero costo personal. Nos resistimos a aceptar el camino de la cruz y puede resultarnos una figura literaria la clara y contundente exigencia que Jesús nos recuerda: “el que quiera ser mi discípulo que tome su cruz y me siga”. Diría un joven de este tiempo que “Jesús se puso espeso”. No podemos comprender a Jesús porque tampoco queremos comprender la profundidad de nuestra situación como seres frágiles y pecadores. Y entonces dirigimos nuestra atención o miramos para otra parte y nos preocupa el poder, quién manda a los otros, quién domina sobre los demás. Queremos a Jesús pero siempre y cuando le enmendemos su palabra, su proyecto liberador, queremos un mesianismo político, poderoso, dominador, absoluto, exitoso, etc. Y Jesús seguirá recordándonos su camino, el del Padre y mediante el cual quiere verdaderamente liberarnos de la esclavitud del mal y del pecado. ¿Es posible acceder a la resurrección sin pasar por el misterio de la cruz? De ninguna manera. Así acontece con Cristo, el Hijo Amado del Padre, y así acontece con el verdadero discípulo suyo. Lo que Jesús quiere ayudarnos a comprender también a nosotros hoy adquiere todo su contraste con el ejemplo del niño y nuestros eternos delirios de grandeza. El niño es el signo del desvalimiento, del que necesita siempre de los demás, de la apertura sin malicia y sin maldad, de la confianza absoluta, de la ternura y acogida sin dudas ni malas artes. Es la sonrisa de un niño como el mejor reflejo de lo que es Dios, nuestro Padre. Y Jesús no sólo resalta estas condiciones tan hermosas en el niño y sorprendentemente lo propone como un modelo de lo que debiera ser su discípulo. Pero ¿por qué Jesús se refiere a un niño que lo puso en medio de sus discípulos? Precisamente para ilustrar el distinto modo de vivir que Jesús quiere para sus discípulos. Ellos discutían quién sería el más grande entre ellos, el que tuviera más poder para mandar sobre los demás. Jesús entonces declara: “El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.

                PALABRA DE VIDA

Sab 2, 12.17-20 Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia                                                                                                                

Sal 53, 3-6.8       El Señor es mi apoyo verdadero                                                                                        

Sant 3, 16 -4, 3  Los que trabajan por la paz, siembran la paz y cosechan la justicia                       

Mc 9, 30-37        El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos

                                Con María, Nuestra Madre de la Merced, cuya solemnidad celebramos el próximo viernes 24 de septiembre, dejemos que la Palabra de Dios, que Ella acogió con plena disponibilidad y sin la cual no hay colaboración con el proyecto de Dios sobre la  humanidad, encuentre también en nosotros aquella acogida que se convierta en frutos buenos en cada uno de nosotros, como aceptar que el camino de Jesús pasa por la cruz a la resurrección.  En esta mesa de la Palabra, María alimentó su fe, su esperanza y su amor, y todo ello convertido en obediencia y fidelidad incondicionales.

                Del libro de la Sabiduría 2, 12.17-20

                Los versículos del capítulo 2 del Libro de la Sabiduría se refieren al ataque a los justos y abarca los versículos 10-20. Los puede leer en su Biblia. ¿Quiénes son estos justos? Son el pobre y la viuda que la Biblia manda respetar. El texto que la liturgia nos ofrece se refiere a una persona y nos resulta muy cercano a los cánticos del justo sufriente de Isaías 52. (El domingo pasado tuvimos como primera lectura el tercer cántico de este misterioso personaje). La Iglesia ha visto en esta figura una referencia a la vía dolorosa de Cristo, razón por la cual son textos muy propios del tiempo de la Cuaresma y de Semana Santa. El Libro de los Proverbios afirma que “las entrañas de los malvados son crueles” (Prov 12,10). No sólo viven contentos con sus liviandades sino que se vuelven crueles con los justos y débiles. Se les llama “impíos” porque no  temen a Dios ni aceptan la dimensión trascendente de la vida. Por el contrario, viven en medio del libertinaje y con frecuencia son duros perseguidores de los justos. Su ley es la ley del más fuerte, lo que estaba en sintonía con ciertas tendencias de pensamiento que defendían semejante conducta. La razón de su actitud contra el justo no es otra que la conducta de éste, ajustada a la ley, que resulta para ellos un permanente reproche que quieren quitarse de encima. Nunca será fácil tratar de vivir en justicia y santidad. Los justos, nos enseña este texto, tienen que soportar la persecución, el asedio, las trampas e incluso los vejámenes por parte de estos malvados libertinos y materialistas. El mensaje se refiere a todo aquel que intente vivir honesta y sinceramente la justicia, la verdad, el bien y, por supuesto al justo por excelencia, Jesucristo. Él dirá que no hay que oponer resistencia al que practica el mal cuando nuestra idea es combatirlo y destruirlo. Y más encima nos manda amar a los enemigos y no odiar a los que nos persiguen o nos hacen daño.  ¿Estoy dispuesto a correr riesgos y penurias por causa de la justicia del Reino, por el Evangelio y por el mismo Cristo? ¿He vivido en carne propia la violencia de los impíos y malvados?  El texto de esta primera lectura nos sirve para confirmar que agradar a Dios nunca es fácil ni placentero, que vivir sus mandamientos siempre es fuente de oprobio y rechazo de parte de los malvados con quienes compartimos la misma tierra y los mismos dones que Dios hace a buenos y malos.

                Salmo 53, 3-6.8, plegaria en el momento de la persecución, nos ayuda a meditar sobre las dificultades presentes que vivimos como cristianos y como Iglesia, por tratar de ser coherentes y fieles buscando la verdad y la justicia en esta dura y dolorosa situación que vivimos. Puede ser perfectamente recitado por las víctimas de diversos atropellos o por variadas situaciones que enfrentamos en el afán de ser consecuentes y perseverantes en la profesión de nuestra fe y en la práctica del evangelio de la libertad cristiana. La persecución es el flagelo más pernicioso de nuestro tiempo, sobre todo, por motivos religiosos. De cada diez cristianos, seis sufren algún tipo de persecución en el mundo de hoy. Y entonces tenemos que decirnos: “Pero Dios es mi ayuda, el Señor es mi apoyo verdadero”.

                De la carta de Santiago 3, 16 – 4,3

                Es tercer domingo que seguimos disfrutando de la sabiduría de esta epístola católica de Santiago. Parte el texto de hoy con una constatación muy importante: “Donde hay envidia y rivalidad, allí hay desorden y toda clase de maldad” (v. 16). En el v. 15 afirma que la sabiduría que no baja del cielo “es terrena, animal, demoníaca”, tres características de la falsa sabiduría. En cambio la fe, la religión y la sabiduría manifestada en la vida diaria es la verdadera sabiduría. El v.17 dice: “La sabiduría que procede del cielo es ante todo pura; además es pacífica, comprensiva, dócil, llena de piedad y buenos resultados, sin discriminación ni fingimiento”. Estas actitudes o compromisos logran el gran anhelo de la paz y  la justicia como frutos de “los que trabajan por la paz”.  En el capítulo 4, 1-12 el autor nos habla de las discordias pero no de las que proceden de fuera de la comunidad cristiana sino de las que nacen de adentro, de aquellos que dejan crecer malos deseos en sus corazones, tales como ambición, codicia y violencia. El mensaje es nítido: es una llamada siempre vigente a no dejarse envolver o entrampar en la sabiduría mundana sino vivir la auténtica sabiduría que lleva al compromiso con el otro. “Mi reino no es de este mundo” dice Jesús y su Evangelio nos invita a superar estas tendencias destructivas que se esconden en lo más profundo de nosotros mismos. Dios quiera que podamos vivir las notas distintivas de una nueva sabiduría como nos ha recordado el v. 17 del capítulo 3. ¿Qué actitudes, conductas y valores se están viviendo en la comunidad donde comparto? ¿Es posible una comunidad sin problemas? ¿Existe en alguna parte semejante comunidad?

                Del evangelio según san Marcos 9,30-37

                El evangelio de hoy está compuesto de dos secciones: la primera de 9, 30-32 un segundo anuncio de la pasión y luego se inicia un breve discurso comunitario de 9,  33- 50 y del cual tomamos 9, 32-37 el discípulo auténtico es siervo. Respecto al segundo anuncio de la pasión hay que decir que sigue en conexión con el del domingo pasado y se refiere en su primera parte al segundo anuncio del destino violento que va a padecer y a la resurrección  a los tres días de muerto. Este segundo anuncio está precedido de una advertencia: “Desde allí fueron recorriendo Galilea y no quería que nadie lo supiese” (v.30) Manifiesta el querer de Jesús que anhela vivir a solas con sus discípulos este segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección. Sin decirlo, Jesús tiene claro su destino y hacia él se encamina, es decir, Jerusalén. Este es el sentido de Marcos al señalar un itinerario que atraviesa  Galilea y que impone silencio al respecto. Es el camino del Padre que el Maestro quiere vivir con toda atención, aunque sus discípulos no comprenden y nada ni nadie deben impedir que logre cumplir su destino. En este segundo anuncio, hay un matiz un poco distinto del primer anuncio. El “debía sufrir” queda sustituido por un “va a ser entregado en manos de hombres que le darán muerte” (v. 31). ¿Cómo comprender esta forma en voz pasiva de este “va a ser entregado”? Sugiere que Dios lo entrega, lo que no debe entenderse como una actitud sádica de Dios contra su Hijo; más bien, aquí se señala que el Padre entregó a su Hijo amado para que la humanidad fuera salvada, ese es el plan de Dios; pero arrebatarle la vida violentamente dependía de los hombres. Los mismos discípulos no comprenden esta palabra de Jesús, porque no les cabe una imagen de un Mesías crucificado, dice el v. 32. Así concluye la primera parte del evangelio de hoy: la incomprensión de los suyos y el anuncio del rechazo violento de parte de los demás. Es tan fácil echarle la culpa a Dios de todos nuestros errores y decisiones equivocadas con tal de vernos libres de toda responsabilidad. Somos libres y somos responsables.            

                La segunda parte del evangelio de hoy, 9, 33-37, abre el breve discurso comunitario con  una potente enseñanza comunitaria acerca del servicio, en el espacio de una breve estancia en casa de Cafarnaún. Queda claro que los discípulos le siguen pero externamente, ya que hay dificultad de comunicación entre Jesús y los suyos. Hay diversidad de preocupaciones entre ellos y Jesús capta “ese algo” que está pasando en el grupo. Abre la puerta a través de una pregunta  “¿De qué hablaban en el camino?” que no tiene la respuesta esperada sino un elocuente silencio: “ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande” (v. 33-34). En este contexto, surge la lección magisterial del Maestro sobre un aspecto absolutamente clave del Evangelio: el servicio. “Jesús se sentó, llamó a los doce, y les dijo: El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos” (v. 35). El sentarse es aquí la expresión del señorío de  Jesús con que declara un mandato que implica autoridad para hacerlo. La autoridad de Jesús se muestra en el poder de llamar a los Doce tal como lo hizo cuando estaban en sus labores de pescadores. Jesús tiene una palabra poderosa para llamar y para enseñar. Luego el corazón de la enseñanza no vale sólo para los Doce sino para todo discípulo, y por cierto también para nosotros.

                El contenido de esta sentencia clave de la sabiduría evangélica “El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos”, significa un cambio radical en nuestra manera humana de entender las relaciones entre  los hombres. Estamos ante un cambio fundamental de entender las relaciones fraternas. El mundo  considera importante la obtención de los primeros puestos y desde ellos ejercer el dominio sobre los demás. Jesús da vuelta la pirámide y pone en la cúspide el que se hace último y servidor de todos. “Hacerse el último y el servidor de todos” es el  vuelco que produce Jesús en las relaciones humanas, ya no poder ni de deslumbrantes adquisiciones sino a costa de conversión y de humildad. Ciertamente no nacemos con esta característica evangélica y ni siquiera la poseemos fácilmente después de nuestro bautismo; por el contrario, será el logro de un largo camino de identificación con el mismo Maestro, obra de la gracia y de nuestra acogida. Aún más,  una de las mayores tentaciones de los discípulos como nosotros es el uso y abuso de un poder despótico y malsano. Convertirnos en servidores es siempre un desafío evangélico fundamental.

                Por una parte, la verdadera grandeza está solamente en aquél que, en actitud de servicio, se interesa por el prójimo de manera afectiva y efectiva. Esto es diametralmente opuesto al afán de orgullo y poder que piensan los discípulos. El servicio fraterno es sin restricciones ni excepciones de ninguna especie. No hay términos medios. Jesús dice: “El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” (v. 35).

                La segunda enseñanza está simbolizada en la presencia de un niño que, en la mentalidad de la época, era símbolo de lo insignificante. Con ello se explicita y completa la enseñanza acerca del servicio auténticamente evangélico. Se es grande no cuando se ocupa un cargo relevante o los primeros puestos sino cuando se hace lugar para el que no tiene grandeza ni brillo. Lo más impresionante es que Jesús se identifica con el débil e indefenso, con el pobre en definitiva. Así dice Jesús: “Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al me envió” (v. 37). En esta expresión “niño” debemos entender “pequeños”, “servidor desvalido”, “pobres”, “cautivos”, etc. Los destinatarios preferentes de la Buena Noticia son los pobres y quien los acoge, acoge también al Hijo y al Padre.

                ¿Habremos comprendido bien el Evangelio del reino? ¿Habremos captado la abismante diferencia entre los criterios del mundo y los del Evangelio? Meditémoslo y revisemos nuestra conducta concreta como nuestros afanes de cargos, lugares de honor, dominio y poder.

                No te olvides de orar diariamente porque la oración es lo que es el oxígeno para un ser viviente. Un cristiano con poca oración o con casi nada o nula oración es impensado. De la calidad del diálogo con el Señor, y eso es la oración propiamente tal, depende nuestra vida cristiana. La misma Palabra de Dios es acogida  en clima de la oración.  ¡María, Virgen orante! Sostennos en nuestra plegaria.

                El Señor nos guarde y nos bendiga.                                    

     Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.             

 

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