COMENTARIO DEL EVANGELIO Y EUCARISTÍA EN ESTE 19° DOMINGO DURANTE EL AÑO (A)
Provincia Mercedaria
de Chile

COMENTARIO DEL EVANGELIO Y EUCARISTÍA EN ESTE 19° DOMINGO DURANTE EL AÑO (A)

Viernes 07 de Agosto, 2020

 
Hay momentos en que nuestra fe tambalea. Parece que nada resulta y todo se nos viene abajo. Entonces nos nace el grito espontáneo: ¡Señor, sálvame! Por eso, podamos con frecuencia: ¡Señor, auméntanos la fe! Si permanecemos fieles a Jesús, nuestra fe se robustece. A pesar de nuestra poca fe el Señor permanece junto a nosotros aún en medio de la tempestad.

19° DOMINGO DURANTE EL AÑO(A)

¡Señor Jesús! Haz que  también nosotros escuchemos tus palabras en medio de esta pandemia ¡Ánimo! Soy yo, no teman

                Estamos viviendo una extraña sensación en estos tiempos muy complejos y difíciles. Es como caminar al borde de la cornisa de un alto edificio, donde el peligro de un pequeño descuido  nos puede precipitar al abismo. Esta experiencia nos sube la adrenalina y comienza a invadirnos el miedo e incluso el terror. Son muchos los frentes ante nosotros  que  nos dejan una gran inseguridad y alerta constante. Además de los graves efectos del acto terrorista del  18 de octubre del año pasado nos  ha caído la pandemia mundial que nos tiene bajo una estricta disciplina social para evitar que  se transforme en tragedia inmanejable. No está claro que levantando la cuarentena quedaremos inmunes a generar nuevos contagios y todo lo que viene. Han sido tan tremendos los efectos de estos dos desgraciados eventos que de ser un país próspero y admirado por su desarrollo, nos encontramos con una profunda crisis a todo nivel. Ni siquiera la Iglesia que en otros momentos históricos complejos fue una voz escuchada y creída, hoy se debate en las horrendas consecuencias que han dejado los abusos sexuales, de poder  y de conciencia que, por desgracia, hemos producido miembros del clero y de la  vida religiosa a los menores de edad y jóvenes. Es lógico que también la  Iglesia atraviese el mar de su historia presente en medio de viento huracanado y olas amenazantes. También en ella hay desconcierto, griterío y mucho miedo. En medio de esta situación de tormenta es posible que veamos también a Jesús caminando sobre el encrespado mar de nuestra historia presente pero que no lo reconozcamos de buenas a primeras y lo confundamos con un fantasma. ¡Como si nos faltaran fantasmas! Es aquí donde estamos llamados a escuchar a Jesús, “Señor de los  Mares”, que nos invita también a nosotros cristianos, miembros de su Iglesia, y a todo hombre de buena voluntad que, aunque usted no lo crea, todavía hay muchos en este querido Chile, con su voz poderosa: ¡Tranquilícense!, soy yo, no teman”. Esta llamada es indispensable en la hora presente. ¿Estaremos dispuestos a dejar el griterío, las crispación,  las amenazas, las quemas, las tomas, las balas, las bombas, las ofensas, las descalificaciones, las trincheras, las ideologías violentistas, las violaciones reiteradas del orden público, las descalificaciones y un largo etc.? ¿Es tan cierto que queremos la paz y el respeto de los derechos humanos de todos y no discriminamos pecados públicos contra personas y bienes tanto públicos como privados realizados por grupos armados? Todavía hay tiempo para hacer caso a la invitación del Señor pero ¿habrá todavía fe en Dios? Si acogemos al Señor los miedos, el terror, la peste, la violencia, el hambre, etc. pueden ser enfrentados con una actitud y disposición distinta como es la confianza. Y allí donde Jesús, “Señor de los Mares”, es acogido y creído, la vida tiene otro sabor, las penurias otro sentido, el amor lo hace cercano y caminante junto a cada uno y a todos, como un peregrino que hace camino con nosotros. Así podremos también reconocerlo como lo hicieron los que iban en la barca diciendo: “Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios”. El Señor se hace presente en medio de nuestras necesidades y así es Buena Noticia para los hombres, es Evangelio de Dios para los hombres de todos los tiempos y lugares. En ese hombre Jesús de Nazaret nos habla Dios porque es el Hijo de Dios que, humanizado, nos  muestra el rostro de su Padre  y Padre nuestro. La Palabra de Jesús es Palabra de Dios.

 PALABRA DE VIDA

1Re 19, 9.11-13                 Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor.

Sal 84, 9-14                        Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación

Rom 9, 1-5                          De su linaje carnal desciende Cristo

Mt 14, 22-33                      ¡Ánimo! Soy yo, no teman

                Del primer libro de los Reyes 19, 9.11-13a

                La primera lectura de hoy está tomada de uno de los textos más extraordinarios del ciclo del profeta Elías, capítulos 17 a 19 del primer libro de los Reyes. El texto de esta primera lectura está tomado del capítulo 19, 1-21 donde se relata la estadía de Elías en el monte Horeb. El profeta, perseguido a muerte, realiza una caminata o peregrinación de vuelta al pasado. Representa a Israel que también debería volver a su origen auténtico como pueblo de Dios. Aunque al inicio de esta experiencia Elías huye de Jezabel, poco a poco la fuga se va transformando en un impulso irresistible de Dios que lo atrae y lo envuelve finalmente en su misterio. La peregrinación dura cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios, clara referencia a los 40 años de Israel por el desierto. Es tiempo de maduración personal guiada por el misterio de Dios. El texto de esta primera lectura está calcado de lo que vive Moisés y Dios en este mismo lugar (Ex 33, 18- 34, 9). Elías se metió en una cueva, donde pasó la noche (v. 9a). Luego Dios le manda a Elías: “El Señor le dijo: Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!(v. 11). De este modo se abre el momento central de la experiencia de Dios o teofanía. Claramente se nos indica que Dios no está en los elementos naturales como el viento huracanado, el terremoto o el fuego, todos elementos importantes en las teofanías antiguas. Dios estaba en el rumor de una brisa suave. Es entonces cuando Elías percibe la presencia de Dios. “Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto y se quedó de pie a la entrada de la gruta”(v. 13).La revelación de Dios en 1Re 19, 11-13 se puede comparar con Éxodo 33, 18-23 donde Moisés pide ver la Gloria de Dios y tiene una experiencia de la presencia de Dios muy parecida a la que comentamos en Elías pero sin ver su rostro. La trascendencia de Dios es afirmada de modo muy distinto a las viejas teofanías donde Dios se mostraba en el violento huracán, terremoto o fuego. Mediante estos elementos el hombre puede percibir la presencia del poder de Dios que consume y transforma. El gran descubrimiento del fogoso Elías es que Dios está presente en la suave brisa, un tenue susurro que apenas es perceptible. Elías, como nosotros, debe descubrir a Dios más allá de esos elementos tormentosos y por ello experimentar la ausencia de Dios. Finalmente, debe aceptar que Dios se manifiesta en el silencio, acallado el tumulto, la voz callada trae la presencia que sobrecoge. En síntesis, Dios es Dios y nosotros sus creaturas. No buscamos un misterio a nuestra manera ni según nuestros parámetros humanos o deseos. Ni siquiera las imágenes que nos hacemos de Dios coinciden con su misterio, también quedan en entredicho. Dios es el incomprensible, desconocido e inexpresable. Sólo Él abrirá una ventanita de su misterio insondable. No es menos el misterio de la persona de Jesús, el Hijo Amado del Padre. ¿No será necesario purificar la idea e imagen de Dios que nos hacemos con frecuencia? ¿No sería bueno emprender esa peregrinación interior hasta el monte de Dios, Jesús de Nazaret?

                Salmo 84, 9-14  es una oración por el pueblo y promesas de salvación. Nos sitúa este salmo en un tiempo de incertidumbre, después que el pueblo ya ha vuelto del cautiverio babilónico y ya están instalados en Jerusalén. Saben que  Dios ha cumplido al “cambiarle la suerte”  que vivían en tierra extraña, lejos de la patria. Lo que pasa es que el regreso, marcado por el entusiasmo y las altas expectativas que se forjaron, revela la lentitud de los procesos de restauración. Entonces el  Señor hará posible la anhelada realización de las grandes promesas proféticas, es decir, una nueva era de amor, verdad, justicia y paz, porque Israel se recuperará de la mano del Señor. Siempre el Señor cuenta con nuestra colaboración para que nazca un mundo nuevo.

                De la carta de san Pablo a los Romanos 9, 1-5

                La segunda lectura representa una profunda preocupación del apóstol Pablo cual es el destino espiritual de Israel desde la salvación universal que Cristo nos ha logrado. Dedica los capítulos 9, 10 y 11 de la Carta a los Romanos al tema. La salvación de Jesucristo no sería universal si excluyera a los judíos pero esto no despeja el enigma de por qué Israel, que esperó al Mesías por siglos, no acogió mayoritariamente a Jesús. Este es el trasfondo de este texto de la segunda lectura de este domingo. Y es la preocupación que traspasa los tres capítulos dedicados al tema de la salvación cristiana y el pueblo de Israel. San Pablo expresa: “Siento una pena muy grande, un dolor incesante en el alma”(v. 2) y “hasta desearía ser aborrecido de Dios y separado de Cristo si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi linaje”(v.3), dice desde la más profunda tristeza que siente como miembro del pueblo judío. Se trata de un pueblo amado por Dios pero rebelde y Pablo quiere experimentar algo que es imposible como es la experiencia de separarse de Cristo y la maldición de Dios con tal que se salve Israel. Pero hay razones más de fondo para pensar que los israelitas no pueden ser rechazados definitivamente por Dios, siendo la más honda que “de su linaje carnal desciende Cristo” (v.5). Pero no sólo se plantea el tema de la salvación de los judíos; también es un gran asunto la salvación de los hombres de otras religiones, su relación con la universalidad de la salvación de Jesucristo. Ciertamente chocamos con la libertad de conciencia de cada uno y su opción de acoger o rechazar el ofrecimiento gratuito de la salvación, y Dios respeta esta realidad hasta el extremo. Deberíamos acrecentar el celo apostólico por la multitud de hombres que aún no conocen a Jesucristo o conociéndolo no lo aceptan. ¿Es la salvación de los demás una honda preocupación en mi vida?

 

 

                Del evangelio según san Mateo 14, 22-33

                El evangelio de San Mateo nos ofrece una preciosa oportunidad para renovar nuestra fe en el Señor. El relato original procede de Marcos 6,45-52 al que San Mateo ha recreado con elementos nuevos y pequeñas modificaciones, las que son perceptibles al comparar ambos textos. Así resulta un detalle bien interesante en Mt 14, 24 donde es la barca “sacudida por las olas,  porque tenía viento contrario”, en cambio Marcos 6,48 se refiere a los discípulos y dice: “Viéndolos fatigados de remar, porque tenían viento contrario”. No cabe duda que Mateo hace una referencia simbólica a la iglesia primitiva, que ya a finales del siglo primero, se veía acosada por la oposición judía especialmente por los fariseos y por la persecución romana.  

                Una segunda acentuación de Mateo es el “episodio de Pedro” que no aparece en Marcos. El que es cabeza de la comunidad eclesial muestra tener una fe muy frágil, llena de miedos y vacilaciones. La comunidad y sus jefes no son la garantía de su fe y constancia sino el Señor que deben aprender a descubrir como el que vive en medio de ellos.

                El episodio concluye con un solemne acto de fe: “Los de la barca se postraron ante él diciendo: Ciertamente eres Hijo de Dios”(v.33), aspecto ausente de Marcos 6, 52-53.

                Estos aspectos señalados por Mateo imprimen a la escena un tinte eclesial y ponen de manifiesto el sentido eclesiológico del evangelio de Mateo. Estamos ante un suceso histórico pero con un claro sentido simbólico. Dejemos que el texto nos diga lo que realmente es sustantivo para la vida de fe.

                La escena se inicia en Mt 14, 22-27 donde se describe de modo simbólico la situación en que se encuentra la comunidad de Mateo después de la resurrección de Jesús. Manda embarcarse a los discípulos mientras él despide a la gente. Sube solo a orar y pasa una larga jornada solo, orando. En tanto la barca está a merced del viento y el mar y en la noche. Según el Antiguo Testamento, las olas y el mar representan las fuerzas del mal que Dios vence con su poder. En esta escena es Jesús el que domina y vence esta fuerza maligna. Fijémonos que la manera como Jesús se aparece en medio de esta escena tremenda son los mismos de las apariciones del resucitado: la escena ocurre en la noche lo mismo como sucedió con la resurrección del Señor; Jesús viene a los suyos como indican los relatos del resucitado; los discípulos creen ver un fantasma. Jesús afirma su identidad y abre el diálogo: “¡Ánimo! Soy yo, no teman”(v. 27). Esta primera escena de la barca sometida a la tempestad, además sirve para mostrar a Jesús como “Señor del Mar”, viniendo hacia los suyos “caminando sobre las aguas”, al modo como se aparece el Resucitado. Jesús es también Señor de los elementos naturales, pues a una orden suya obedecen.

                Notemos otro hecho significativo: Mateo habla de la oración de Jesús sólo en dos ocasiones: aquí en Mt 14, 23 y en Mt 26, 36-44 la oración en Getsemaní. En ambas ocasiones su oración precede un momento de prueba, la que soportan sus discípulos aquí en medio del mundo adverso y la durísima prueba  durante la pasión y muerte del Señor.  

                La segunda escena es el episodio y diálogo de Jesús y Pedro en Mt 14,28-31, escena que sólo se encuentra en Mateo y revela la importancia que tiene este apóstol en el primer evangelio. Efectivamente Pedro aparece como portavoz del grupo de los Doce, recibe una instrucción en privado y el encargo de una tarea singular en la Iglesia. Es la primera vez que Pedro aparece como protagonista de un relato. “Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir por el agua hasta ti” (v. 28). El evangelista quiere resaltar la fragilidad de la fe de Pedro. El apóstol jefe de la Iglesia, que aparece como modelo de todos los creyentes al confesar en Cesarea que Jesús es el Cristo, se nos presenta aquí como un frágil creyente que se debate entre la confianza en Jesús y el temor que provocan las adversidades. Dice el texto: “Y Pedro, bajando de la barca comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó:”Señor, sálvame”(vv.29-30). La lección de Pedro vale para todos los creyentes. El inicio del camino cristiano está normalmente caracterizado por el entusiasmo y entrega pero, luego de experimentar las propias limitaciones y las dificultades diversas, se derrumba y empieza a surgir el miedo, las excusas para no comprometerse, el abandono. Pero Jesús está siempre ahí para tender la mano y volver a ponernos  en el camino. “Enseguida  Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”(v. 31). Todos nos parecemos a Pedro, él representa nuestro propio itinerario discipular. La actitud de Pedro es verdaderamente paradigmática porque en ella se personaliza y simboliza todo caminar hacia Jesús. Un caminar que no está exento de dudas a pesar de la certeza y seguridad absolutas que nos da la Palabra de Dios, está el riesgo de salir de uno mismo hacia lo que no vemos. Sólo una fe perfecta como la de Abrahám supera el riesgo humano en la seguridad divina.

                Termina el evangelio de hoy con una confesión de fe: “Los de la barca se postraron ante él diciendo: Ciertamente eres Hijo de Dios” (v.33). Estos gestos parecen más vinculados a la liturgia de la comunidad de Mateo que a una pequeña barca. Frente a los judíos que dudan de la divinidad de Jesús, la comunidad confiesa, junto a Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16) y al centurión: “Realmente este era Hijo de Dios”(Mt 27,54).

                La enseñanza del relato de la tempestad calmada es para todas las comunidades cristianas, para que afronte con valentía, como Pedro, el riesgo del encuentro con Jesús y para que, sintiendo siempre su presencia, no dude ni tenga miedo ante las dificultades que la acechan constantemente. Ciertamente que para vivir la fe hay que, como Pedro, saltar de la barca y comenzar a caminar por el agua acercándose a Jesús. Un enemigo poderoso de la aventura de la fe es la seguridad puesta en tantas cosas que no permite arriesgar nada ni dar el salto cualitativo de una vida de fe más exigente, comprometida y profética. ¡Cuántos creyentes viven siempre en la medianía de una existencia opaca, sin fuego ni celo por el Reino!

                Demos gracias por la Orden de la Merced que cumple 802 años de buena nueva redentora  el próximo lunes 10 de agosto de 2020, unidos en la Eucaristía desde la Basílica de la Merced, vía online, a las 19.30 p.m.    

Un saludo fraterno y hasta pronto.                         Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

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