27° DOMINGO DURANTE EL AÑO (A)
Provincia Mercedaria
de Chile

27° DOMINGO DURANTE EL AÑO (A)

Viernes 02 de Octubre, 2020

 
Llegamos al núcleo de la divina revelación, el evangelio de Jesucristo. ¿Qué novedad nos ofrece hoy? Una parábola, esa forma de enseñar tan propia de Jesús. Leemos la segunda parábola que subraya el clima de hostilidad y de tensión que rodea la actividad de Jesús en esta etapa final de su misión evangelizadora.

27° DOMINGO DURANTE EL AÑO (A)

¡Señor! Gracias por habernos invitado a trabajar en tu hermosa viña, la Iglesia, tu pueblo,  para cultivar la cepa  de tu Reino de amor

                La parábola del evangelio de Mateo que hoy es leída y comentada tiene un título que la identifica: “La parábola de los viñadores homicidas”. Resuena en la liturgia de este domingo la imagen de la viña que Dios plantó en un rinconcito de este planeta y se llama Israel. Esa viña fue encomendada a los viñadores que son, en concreto, las autoridades religiosas de Israel. Pero, en lugar de cuidar la viña, el pueblo de Dios, se adueñaron de la viña e hicieron de la misma su propio terreno y se les olvidó el objetivo central para el que habían sido puestos por el Dueño de la viña, Dios mismo. No sólo eso. Desconocieron y asesinaron a los enviados que Dios eligió, los profetas, que lo pasaron pésimo y no dejaron de anunciar lo que Dios les ordenó que dijeran. En la culminación de su mal proceder, los viñadores contratados para cuidar la viña y recoger los frutos que su dueño esperaba recibir de su viña, de Israel su pueblo, se apoderaron  de la viña y para ello,  dieron muerte al hijo del dueño, a Jesús de Nazaret. Esta parábola es una estupenda lectura de lo que, por desgracia, no deja de acontecer en  las relaciones de Dios con Israel y con la Iglesia y con la humanidad  entera. No nos podemos conformar sólo leyendo la parábola de cara a los enemigos de Jesús, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. Es necesario dar otro paso que  es el de la actualización de la Palabra, es decir, tenemos que leer nuestra actual experiencia creyente frente a Dios, a Cristo, a la  Iglesia. No  vaya a suceder que también nosotros expulsamos a Dios, a Cristo, a sus enviados y preferimos edificar nuestra vida “a nuestra manera”, “ a nuestra pinta”. Hace tiempo que hay “católicos a su manera” y ¿cuál es esa manera? Detrás de esta forma de hablar se esconde un modo individualista de  vivir y ver las relaciones con Dios. Hay una sola manera de ser cristiano y consiste en  ser discípulo de Cristo viviendo su estilo de vida centrado en el amor a Dios y al prójimo. El “católico a mi manera” va contra la clara doctrina de Jesús cuando dice: “No son ustedes los que me han elegido a mí. Soy yo el que los elegí y los destiné a que den frutos”. El Papa Francisco ha llamado a esta actitud egocéntrica “autorreferente”, es decir, quien determina por sí y ante sí su vida y compromisos sin referencia a Dios ni  a los demás. ¿Es posible que el hombre que da la espalda a Dios llegue a ese extremo de egoísmo? Sí y mucho más. Por este camino se llega a otro drama humano intenso como es la soledad. La ausencia de Dios conduce a la ausencia de los demás. Se puede estar lleno de cosas pero las cosas nunca pueden llenar la necesidad del otro. Con las cosas no se dialoga, no se intercambia, son mudas y sordas. Sólo Dios y su criatura el ser humano está dotado por su creador de toda la estructura incluso física para el encuentro con el otro. La parábola de los viñadores homicidas nos representan y nos ayudan a comprender el dinamismo de la historia humana de todos los tiempos. Sin embargo, Dios no se cansa de tender los lazos salvadores para que el hombre vuelva a encontrarse con Él en la trama de su historia, tejida de aceptación y rechazo, de acogida y sordera, de amor y de desamor. Que no imitemos el doloroso  proceder de estos trabajadores de la viña que no sólo se apoderan de los frutos sino también de la misma viña del Señor y terminan asesinando al mismo Hijo de Dios en la cruz. ¡Cuántos seguimos crucificando al Señor! Si contemplas ese cuerpo crucificado aprenderás a descubrir la larga lista de crucificados del mundo de hoy.        

PALABRA DE VIDA

Is. 5, 1-7                             ¿Qué puedo hacer por mi viña que aún no haya hecho?

Sal 79, 9.12-16.19-20              La viña del Señor es su pueblo.

Flp 4, 6-9                             Y el Dios de la paz estará con ustedes

Mt 21, 33-46                      Y arrendará la viña a otros viñadores

                Entremos en el diálogo que Dios abre con su pueblo a través de su palabra. Este encuentro empieza al hablarle Dios al hombre e intervenir en su vida a través de su palabra. Su propósito es provocar en nosotros una respuesta, respuesta que abarque todo nuestro ser. Para que haya respuesta debe preceder  una atenta escucha. Pero el encuentro y el diálogo siempre lo abre Dios, nuestro Padre, lo hace con su pueblo que le responde acogiéndolo en la fe y el amor, aunque muchas veces hace lo contrario, lo rechaza, lo ignora e incluso trama deshacerse de Él.

                Del libro del profeta Isaías 5, 1-7

              Canto a la viña es el texto del profeta Isaías (5, 1-7) que hoy abre el tesoro de la Palabra de Dios de este domingo. Recordemos que se trata del profeta que ejerció su servicio profético en el siglo VIII a.C. en el reino del sur o Judá en los años de Ajaz y Ezequías. Estamos ante un canto, una poesía, donde se dejan fluir los más bellos sentimientos hacia una realidad que era tan cercana y familiar como es la viña para los pueblos del Cercano Oriente. Estamos ante un poema que posiblemente Isaías pronunció en la fiesta de las Chozas o Tiendas, que coincidía con el final de la vendimia y se celebraba con mucha alegría. La viña era parte fundamental de la vida de un israelita, de su fruto extraía el vino que la Biblia exalta diciendo que  “el vino alegra el corazón del hombre”. El poema se inicia idílicamente como un canto de amor: “Voy a cantar en nombre de mi amigo el canto de mi amado a su viña” (v.1). Una viña es tener un pedazo de tierra cultivado con especial esmero ya que de allí era posible extraer el sustento básico para la familia. Es muy importante descubrir el vínculo afectivo que une al israelita con su viña. La viña, con su sabroso fruto, uvas frescas, buen vino y nutritivas pasas para el invierno, constituye todo un motivo de alegría y de un especial vínculo afectivo. Este amor por la viña supone cuidados especiales: “Removió la tierra, la limpió de piedras y plantó buenas cepas; construyó en medio una torre y cavó un lagar” (v. 2). Y luego a esperar los frutos de todo este despliegue amoroso por la viña. “Y esperó que diera uvas, pero dio frutos agrios”, concluye el versículo 2. ¡Qué desilusión! Luego pide un veredicto público a los habitantes de Jerusalén y hombres de Judá que dirima entre mi viña y yo: “¿Qué más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? Se esperaba que diera uvas, ¿por qué dio frutos agrios?”(v.4). Este versículo es clave para comprender el alcance del canto que pasa del estado de un amor idílico a un abandono de la viña y a una violenta denuncia de la opresión e injusticia de Israel, el pueblo de Dios. La conclusión es triste pero real: “¡Él esperó de ellos equidad, y hay efusión de sangre; esperó justicia, y hay gritos de angustia!”(v. 7). El desilusionado es Dios y ciertamente el profeta, no sólo de los tiempos de Israel sino de todos los tiempos. Más aún, el profeta expresa lo que Dios quiere comunicar a su pueblo: la desilusión. La actualización de esta palabra profética nos involucra también a nosotros, a cada uno, porque nuestros frutos no son de santidad y justicia sino de pecado y de muerte. ¿Es correcto decir que Dios está desilusionado de su pueblo? Es la forma de expresar la abismante distancia entre el proyecto de Dios para nosotros y nuestra respuesta opaca y agria, más marcada por la tristeza que por la alegría. Sigue vigente la pregunta del versículo 4: “¿Qué más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?” es la pregunta de Dios, de Cristo, ya que no hay comparación entre el “amor hasta extremo” que nos tiene el Padre y nuestra siempre débil respuesta. ¿Qué más puede hacer Dios por nosotros que no lo haya hecho ya?

                Salmo 79,9.12-16.19-20 es una súplica por la restauración de Israel que no deja de lamentar la angustiosa situación presente que vive el pueblo escogido en contraste con el  glorioso pasado que el salmista recuerda lleno de emoción. “Tú sacaste de Egipto una vid, expulsaste a los paganos y la plantaste; extendió sus sarmientos  hasta el mar y sus retoños hasta el Río(vv 9.12). La vid que Dios plantó es el pueblo de Israel y toda la  historia de este pueblo está inmersa en las intervenciones de Dios. Aunque el presente sea fuente de infelicidad e infidelidad, tanto el recuerdo del pasado como los anhelos de futuro ilusionan y crean espacio para la esperanza: “Y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida  e invocaremos tu Nombre”(v.19). Cuando el presente es trágico, puede resurgir el  emocionado recuerdo del  pasado y abrir la posibilidad de un futuro mejor. ¿No será este salmo una buena lección para esta Iglesia herida, para este Chile penoso y para nuestra vida religiosa en patética reducción?

                De la carta de san Pablo a los Filipenses 4, 6 - 9

                Seguimos con esta preciosa carta paulina que nos ofrece otro aspecto de la riqueza de la Palabra de Dios. El texto se ubica dentro de la exhortación al amor que Pablo les dirige a sus “hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor” (v.1), lo que revela el tono cercano y afectuoso entre el evangelizador y los evangelizados filipenses. Dentro de este espíritu, las exhortaciones que les dirige están llenas de consideración y aprecio. Entre éstas resaltemos la invitación a la plegaria cuando les dice: “No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios” (v. 6). Una de las convicciones más importantes para la vida de un discípulo es el llamado a la oración continua, ya que en ella se desarrolla el encuentro y la amistad del creyente con el Señor. El mismo Señor aconseja: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá” (Mt 7,7). La oración es como el oxígeno para la vida cristiana, absolutamente necesaria. Y el cristiano aprende a orar junto al Maestro de la oración, Jesús de Nazaret. Aprende a pedir y a dar gracias aunque muchas veces nuestra oración se reduzca a solo pedir, olvidando la gratitud y acción de gracias. Sin embargo, no olvidemos que también la oración debe estar envuelta en la alegría: “Tengan siempre la alegría del Señor; lo repito, estén alegres” (v. 4). Y una forma concreta de esta alegría es haciendo felices a los demás con la propia bondad. El “deseo de la paz de Dios” es un tema de todas las cartas de San Pablo. Se trata de aquella paz profunda que libera de toda ansiedad. Termina la exhortación con una importante invitación, muy válida para nosotros: “Por último, hermanos, ocúpense de cuanto es verdadero y noble, justo y puro, amable y loable, de toda virtud y todo valor” (v. 8). El cristiano va descubriendo “las semillas del Verbo” en la creación y en la historia con la certeza que el Espíritu de Dios no queda escondido en la comunidad cristiana. Es decir, no nos es indiferente lo que acontece con la creación y esto se traduce en la preocupación por el medio ambiente, o por la historia, entendida como el espacio histórico donde Dios actúa para salvar al hombre, y desde donde se comprende la necesidad de “discernir los signos de los tiempos” en clave del Reino de los Cielos. Ecología y sociedad pertenecen a nuestra misión evangelizadora, lo que implica conocer y discernir los movimientos sociales de nuestro tiempo. ¿Me preocupo exageradamente sólo de lo negativo o hago el esfuerzo también por descubrir  todo  lo bueno que hay en nuestro tiempo, en nuestro país, en nuestra Iglesia? ¿Cultivo una conciencia crítica y no una actitud criticona sin discernimiento alguno? ¿Me preocupa cómo difundir los valores cristianos en la sociedad de hoy o vivo prisionero de añoranzas  del pasado?

                Del evangelio de san Mateo 21, 33 - 46

                Llegamos al núcleo de la divina revelación, el evangelio de Jesucristo. ¿Qué novedad nos ofrece hoy? Una parábola, esa forma de enseñar tan propia de Jesús. Leemos la segunda parábola que subraya el clima de hostilidad  y de tensión que rodea la actividad de Jesús en esta etapa final de su misión evangelizadora. Decimos la segunda porque domingo pasado nos ofreció la liturgia  la primera sobre este mismo tema, es decir, la difícil relación de Jesús con los representantes religiosos de Israel. Como en la del padre y los dos hijos, también en  la de hoy, los protagonistas son los sumos sacerdotes y los fariseos, es decir, los líderes de Israel frente a Jesús. Ciertamente tanto en la primera lectura de hoy como en el evangelio se habla de la viña como un signo de la bondad de la creación de Dios y de la grandeza de la elección de Israel y también de nosotros como pueblo suyo. Pero, también dejan de manifiesto el fracaso del hombre por cuanto la viña, en lugar de dar rica uva, dio frutos agrios. Significa que Israel, creación de Dios, no ha dado los frutos esperados de derecho y de justicia sino, muy por el contrario, hay violencia, derramamiento de sangre y opresión. En suma, es el yugo de la injusticia la tónica del pueblo de Dios en sus dirigentes. Esto contrasta fuertemente con la iniciativa de Dios que esperaba otros frutos como la  justicia, el derecho y  fidelidad a los mandamientos. Por el contrario, los frutos de la viña de Dios encomendada a los hombres son agrios.  

                Si prestamos atención a este evangelio en comparación con la lectura de Isaías,  la situación cambia: la viña da buena uva pero los labradores se apoderan de la viña. No quieren entregársela al propietario, se adueñan, “se la toman a la mala”, la ocupan y se apoderan de la viña de Dios. No sólo esto, que ya es una forma de violencia porque no respetan el derecho del propietario legítimo. Apalean y matan a sus enviados, incluso al mismo hijo del dueño de la viña. Lo que buscan es apoderarse de lo que no les pertenece y así quieren convertirse en propietarios de la viña. Y esta motivación subyace en la parábola de los viñadores malvados porque éstos no quieren tener un amo. Por eso, no respetan ni siquiera al hijo que el propietario les manda: “Finalmente les envió a su hijo, pensando que respetarían a su hijo” (v.37). Pero los viñadores piensan muy distinto del amo: “Pero los viñadores, al ver al hijo, comentaron: Es el heredero. Lo matamos y nos quedamos con la herencia” (v. 38). Y cumplen con su objetivo: “Agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron” (v. 39). La parábola se inscribe dentro de aquella certeza que Jesús tiene al ver cercana su muerte y sabía que a ella lo conducía la violencia de los dirigentes de Israel. Quienes escuchaban la parábola en labios de Jesús no podían sino comprender que los viñadores son los dirigentes de Israel. Es como dice san Juan en el Prólogo de su evangelio: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron”(Jn 1,11).

                Otro aspecto a tener en cuenta es el anuncio, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, del juicio de Dios a la viña infiel, el pueblo de Israel. En la lectura de Isaías 5, 1-7, Dios anuncia a través del profeta lo que hará con su viña: “quitar su valla para que sirva de pasto, destruir su cerca para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la limpiarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella” (vv. 5-6). Los anuncios del profeta se hicieron triste realidad en guerras y exilios por obra de los asirios y los babilonios que vivió Israel. En el caso de Jesús, el juicio de Dios se refiere, sobre todo, a la destrucción de Jerusalén el año 70 d.C. Los mismos sumos sacerdotes y fariseos respondieron: “Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo” (v. 41). Es la respuesta que dieron a la pregunta de Jesús: “Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿cómo tratará a aquellos viñadores?”(v. 40).   

                Actualicemos esta palabra de Jesús para nuestro tiempo. En las palabras de Jesús, la viña no será destruida sino que la confía a otros servidores fieles. Y esto tiene un fundamento seguro e inconmovible cuando cita el salmo 177, 22: “¿No han leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular; es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro? (v. 42). Su muerte no será la derrota de Dios sino el preludio de una victoria definitiva a través de su resurrección. Entonces la viña seguirá produciendo buenos frutos y será arrendada a otros viñadores que le entreguen sus frutos a su debido tiempo.

                ¿Tiene alguna aplicación actual esta dura parábola de este domingo? Benedicto XVI nos ayuda a profundizar el mensaje cuando dice: “Desembarazándose de Dios, y sin esperar de él la salvación, el hombre cree que puede hacer lo que se le antoje y que puede ponerse como la única medida de sí mismo y de su obrar. Pero cuando el hombre elimina a Dios de su horizonte, cuando declara “muerto a Dios”, ¿es verdaderamente más feliz? ¿Se hace verdaderamente más libre? Cuando los hombres se proclaman propietarios absolutos de sí mismos y dueños únicos de la creación, ¿pueden construir de verdad una sociedad donde reinen la libertad, la justicia y la paz? ¿No sucede más bien – como lo demuestra ampliamente la crónica diaria – que se difunden el arbitrio del poder, los intereses egoístas, la injusticia y explotación, la violencia en todas sus manifestaciones? Al final, el hombre se encuentra más solo y la sociedad más dividida y confundida” (El Año Litúrgico, p. 416).

                ¡Somos trabajadores de la viña del Señor, no propietarios! Debemos acoger y anunciar el Reino de Dios que Jesús nos encomendó. Dejemos que Dios sea Dios y nosotros sus criaturas.

                Un saludo fraterno y hasta pronto.                      

   Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.  

 

DESCARGAR COMENTARIO DEL EVANGELIO

               

                  



Provincia Mercedaria de Chile
Curia Provincial
Dirección: Mac - Iver #341, Santiago Centro
Teléfonos: 2639 5684 / 2632 4132